Oh Dios, qué buen vasallo, si...

A TRES horas del cierre de los colegios electorales, resulta difícil pronosticar el resultado que nos depararán las urnas. Los atentados terroristas del pasado jueves han cambiado radicalmente la perspectiva de las encuestas y sondeos de opinión que, casi sin excepción, daban como ganador al PP, incluso por mayoría absoluta en muchas de ellas. Los rumores interesados sobre los autores de los atentados, las presiones indecentes de algunos medios y las manifestaciones antidemocráticas ante las sedes del PP han creado un clima enrarecido, que hacen difícil vislumbrar cómo vamos a responder en esta jornada, que debería haber sido, en otras condiciones, una fiesta democrática. Confío, con todo, en la madurez de los ciudadanos españoles, que hemos dado al mundo un ejemplo de valentía, solidaridad, eficacia y patriotismo. Ningún país está libre de un atentado, incluso de las proporciones del que hemos vivido el pasado 11-M; pero pocos pueden alardear de la valentía y solidaridad de sus ciudadanos como ha ocurrido en el nuestro. Fue admirable ver, entre los andenes bajo el humo, a heridos ayudar a sus compañeros que estaban en peor situación que ellos; fue increíble ver, entre la chatarra de los vagones, a bomberos y gentes de protección civil arriesgar sus vidas sin miedo a otras posibles explosiones. Si esto fue una muestra del carácter altruista de los españoles, la eficacia en la coordinación de las tareas, la buena labor de ambulancias, médicos y enfermeras fue digno de elogio y el mejor signo de un país moderno, con magníficos servicios de los que debemos sentirnos orgullosos, con una red hospitalaria que en pocas horas fue capaz de acoger a más de mil heridos, realizar numerosas operaciones quirúrgicas y salvar vidas. Por último, las manifestaciones del viernes, con once millones y medio de participantes en todas las ciudades de España, con una sola voz, son la mejor expresión de un patriotismo que algunos políticos y seudointelectuales quieren ocultar, sin conseguirlo. Un pueblo tan admirable no se merece unos políticos como los que tenemos. Con los muertos aún calientes, a algunos lo único que les preocupaba no eran las vidas humanas segadas sin razón por la barbarie y el fanatismo, sino las repercusiones electorales de esos atentados. No era la verdad lo que se buscaba en esas horas horribles, sino como poder echar sobre el contrincante los muertos y heridos de la masacre madrileña. Algunos parecían ponerse de rodillas para que, contra las lógicas evidencias de primera hora, no fuera la ETA la autora de tamaña barbaridad. Había que ver la alegría incontenible de algunos cuando el ministro informó de otras posibles vías o la detención de algunos integristas islámicos. Ya estaban salvados, no sólo porque así podían echar la culpa a Aznar, como lo hicieron ruidosa y antidemocráticamente la noche del sábado, de esas muertes, por su apoyo a la guerra de Irak, sino, sobre todo, para salvar su conciencia y poder votar sin la terrible sospecha de que lo hacían a partidos conniventes con los terroristas o a partidos que pactan con asesinos. No pondré en duda la legitimidad de estas elecciones, pero sí que de todos las maneras posibles se ha intentado presionar en un sólo sentido a la ciudadanía, especialmente por algunos medios de comunicación del entorno de Polanco. No sé si, con lo ocurrido, ganará el PSOE; lo que sí sé es que a esos medios, y a sus intelectuales orgánicos, les ha entrado un terror pánico de que ese partido sufriera una derrota tal, que obligara a plantearse una vez más el recambio de su líder. Creo que el problema no estaba en la victoria del PP, que ya tenían asumido, sino en la derrota estrepitosa del PSOE; pues ésta llevaría a apostar por otro caballo, que algunos sólo ven ya en el presidente de Castilla-La Mancha. En José Bono se encuentra la única posibilidad de refundación de un partido socialista español, pero esos sectores del entorno de Polanco le tienen más miedo a Bono que a una hipotética victoria del PP.