Eltiempo de lapolítica

CON MAYÚSCULAS. En su acepción más noble. Los avances de resultados -todavía no cerrados en el momento de escribir estas líneas pero ya decantados hacia el PSOE y hacia Zapatero- nos dicen que es el tiempo de la política. Lealtad, diálogo y claridad: ese es el mandato. Y generosidad para reconocer y administrar, en el caso del PSOE, todo ese voto-maná, voto perplejo, nacido de unas especialísimas circunstancias. Todo un reto el que se ha abierto para unos líderes políticos que no puede decirse que lo hayan tenido fácil pero que tampoco han sido capaces de cargarse del prestigio y autoridad exigibles y necesarios en estos momentos y que, desde luego, se han visto empequeñecidos por el ejemplo de convivencia y deseos imperiosos de concordia que ha dado el pueblo español en esta terrible semana. Porque, o estamos todos locos, o ha sido España la que el viernes dio la cara en la calle y la que ahora ha refrendado en las urnas, con inequívoca nitidez, que quiere vivir en paz; que ese es un valor fecundo que no puede ponerse en cuestión; la que, cuidado con los cegatos, ha marcado prioridades: hay que sumar y no restar; se quiere claridad y no ambigüedad; se exige lealtad y no aventurerismo. En cierto modo, estas elecciones, de la mano de una participación ejemplar, han diseñado una especie de gran centro sociológico en el que deben saber hacerse convivir más elementos de unión que de confrontación. De los acuerdos que surjan en ese gran espacio sobre las cuestiones esenciales que más nos importan depende nuestro futuro en armonía. Del lado de los nacionalismos queda naturalmente la alta responsabilidad de que no se sigan tensando cuerdas. Ellos tendrán que esforzarse en conciliar sus profundas contradicciones. Es tiempo de diálogo noble y de no dilapidar la inmensa energía positiva que tiene este país. Ya nadie está para bromas.