Diario de León
Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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CUANDO menos se piensa, salta la liebre de una manifestación. Y algunas, por lo visto, surgen de forma espontánea. Un aficionado coge su teléfono móvil o su ordenador, manda un mensajillo a su grupo de amigos, esos amigos se los mandan a otros cuantos, y ríase usted del poderío y la capacidad de convocatoria de los partidos: en menos de una hora, un chavalín puede reunir a cientos de personas en la calle. Preferentemente, la calle Génova de Madrid. A pedir el sábado «la verdad antes de votar» o gritar ante el PP «Mariano, Mariano». Lo fácil es pensar que esos movimientos han sido promovidos por alguien. El sábado llevó la culpa el PSOE. Todo el mundo pensó en él después de escuchar que Mariano Rajoy se refería a «un partido que no quiero citar». La manifestación de ayer tiene, en cambio, todos los indicios para sospechar que ha sido alentada por el PP, para aliviar las penas a su candidato perdedor. Me seduce más la tesis de la espontaneidad. Primero, porque no tengo pruebas. Segundo, porque no creo que ni PP ni PSOE necesiten acudir a esas estrategias. Tercero, porque no son fuerzas políticas que quieran acudir a la calle para tensionar el ambiente. Y cuarto, porque el único identificado es el primer agitador que lanzó su mensaje por el móvil. Él mismo contó su hazaña en la Ser. Y ahí está lo insólito. Si todo ocurre con esa espontaneidad, estamos ante un fenómeno político tan nuevo como apasionante: la aparición de un poder incontrolable; un poder anónimo, sin líderes reconocidos ni interlocutores visibles; el poder de la calle ejercido desde las nuevas tecnologías. El móvil e Internet como capucha de unos activistas con gran capacidad de agitación. Ahora han convocado manifestaciones que podríamos llamar de interés general. Pero pueden hacer lo mismo cuando se les ocurra presionar contra una ley, o contra el Fiscal General del Estado, o contra los fastos de la boda real. El móvil e Internet se pueden convertir así en un nuevo Parlamento, con fuerza de presión, impacto social y repercusión mediática. Ayer, los telediarios de mediodía les concedieron más tiempo a los manifestantes y a ese Rajoy que saltaba al balcón a saludar que al nombre de Manuel Marín que presidirá el Congreso de los Diputados. Si todo ello se hace acompañar por el uso espurio de la red para inventar un «golpe de Estado», como ocurrió el miércoles, se completa una formidable campaña de agitación que conmueve a las capas informadas de la sociedad.

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