Como Franco: todo atado

TODAVÍA estamos bajo los efectos de las elecciones del 14-M. Una semana después de la tragedia del 11-M volvieron los trenes a acortar las distancias y los vértigos entre las estaciones de la vida y el destino de la desolación y las lágrimas. Los pasajeros -españoles, magrebíes, peruanos, rumanos, polacos, yo qué sé- volvieron a los trenes porque tienen que seguir viviendo. Eso significa recuperar la vida, la normalidad. Recuperar al mejor Madrid y a la mejor España, ambos solidarios, emocionados y estremecidos. Recuperar el orgullo de ser españoles, como voceé hace unos días desde este balcón. Para otros el «sock» ha sido tan fuerte que todavía no lo han asimilado. Y siguen desvariando, como la pistola de Jandri. Desvarían los manifestantes que se concentraron a mediodía de ayer ante la sede del PP, calle Génova, en Madrid. Eran unos 5.000. Al más puro estilo fascista, brazo en alto, gritaban: Zapatero, presidente de Al Qaida. Representan a esa horquilla que no abarca ni media ala de la gaviota herida, aunque Mariano Rajoy tuviera la deferencia de asomarse a la balconada para saludarles. Mariano Rajoy, tal vez, lo que pretendía es silenciar a los bárbaros. Al ex-corrregidor de Madrid, el necio José Mª Álvarez del Manzano, tan denostado por los cronistas municipales del Foro como Karina por los críticos musicales, le entró la misma fiebre fascista. En pleno éxtasis de idiocia, confesó a una emisora de rezos y sotanas: Los que el 14-M han cambiado su voto han colaborado con el terrorismo. Se van cayendo las máscaras. Ni el Gobierno de George Bush, y mucho menos la prensa internacional, se atreven a defender la gestión del Gobierno de Aznar sobre los atentatos. Siempre queda un necio/a para la contradicción, llámese Pilar del Castillo, Zaplana o Álvarez del Manzano. La letra y el espiritu de la ley impone extremar las precauciones sobre los límites que no puede saltarse un Gobierno en funciones. Y tal parece que quieren superar los récords por arriba. Es de suma urgencia que Alfredo Urdaci, jefe de los Informativos de RTVE, condenado judicialmente por manipulador, deje el cargo o sea cesado. Y se haga lo mismo con el director de información de la agencia pública Efe, Miguel Platón. Y con el presidente del Tribunal Constitucional, Jiménez de Parga. Y sobre todo, con el Fiscal General del Estado, Jesús Cardenal. El traspaso de poderes en España es lento, pero no debe servir para ahormar condiciones tramposas. El escuálido Jesús Cardenal, FGE, pretende presentar al Gobierno el nombramiento de catorce nuevos fiscales en puestos clave, tanto para el Gobierno como para las comunidades autónomas. Aunque su pretensión fuera legal es manifiestamente ilegítima. Cardenal ya había demostrado durante su mandato que estaba al servicio del PP, no del Gobierno ni del Estado, y puede despedirse al estilo Cantinflas: dejar todo atado y bien atado, como Franco.