Aquellas promesas

CUANDO las encuestas les convencieron de que no iban a ganar las elecciones, prometieron el oro y el moro. Luego este último vino en su ayuda y las ganaron. El resultado es que el PSOE, para beneficio de la mayoría de los españoles, tendrá que cumplir sus promesas, por lo menos en parte. El inesperado y joven presidente, que es un hombre sereno, se dará cuenta rápidamente de la diferencia que va entre un «te daré» y un «te doy». «Si el hacer como el decir fuera, ¿quién no hiciera?», dice nuestro refranero. Los ofrecimientos seductores, a partir del triunfo electoral, se presentan todos juntos y en tropel. Ni siquiera tienen la cortesía de hacerlo por orden alfabético. No es improbable que Zapatero empiece a arrepentirse de haber ofrecido paridad de sexos en la composición de su gabinete. Se asegura que eso está creando dificultades en su composición, pero además es siempre una injusticia. ¿Qué se hace si hay más mujeres capacitadas que hombres? ¿Impedir su acceso a altos cargos? Ni siquiera la escasez de hombres incompetentes que se dedican a la política puede justificar un reparto tan exacto. ¿A qué vino la inclusión en el programa de ese feminismo aritmético? Un escritor argentino, Macramé, decía que llamamos feminismo al movimiento reivindicativo que ve en cada mujer un gran hombre. El presidente norteamericano ha instado al líder del PSOE a que las tropas españolas «sigan al lado del pueblo iraquí». En su opinión es esencial que continuemos en el pobre país invadido, pero la promesa de devolvernos a nuestros soldaditos sanos y salvos no puede olvidarse. No se la puede llevar el viento del desierto. Nos gustó mucho a todos. No sólo a los que creemos que si bien es muy desagradable que alguien muera por su patria, es bastante tonto morir por la patria de otros. Menudo lío se le presenta a Zapatero con eso de las ofertas de temporada. Está mejor Llamazares, aunque pidan su dimisión, y está mejor Rajoy, aunque se le haya puesto cara de cobrador del frac.