Negar la evidencia

NO es la hora del análisis de los resultados electorales. Ya lo fue a nivel nacional el día después del 14-M. En los partidos, en todos, se sigue al pie de la letra una especie de liturgia política. Tras hablar el gran sanedrín, canta lo mismo el coro de sacristanes periféricos, sean de comunidad, región o provincia. El PP nacional se ha aferrado al dramatismo del 11-M para justificar su derrota. «Todos sabemos -ha dicho Mariano Rajoy- por qué ha ganado el Partido Socialista». La autocrítica es un ejercicio solvente de inteligencia, pero no encuentra huecos en la derecha para ser valorada. Siempre son agentes externos los que determinan su rechazo. El Comité Ejecutivo Nacional del PP no se reprochó nada, absolutamente nada. Ni su talane agrio, ni la responsabilidad del Gobierno en la guerra de Irak, ni en las catástrofes del Prestige o del Yak-42. Ni en la manipulación informativa, el decretazo, Gescartera o el uso grosero de la propaganda. La culpa, en todo caso, es de los votantes, que lejos de reafirmar su gratitud, les ha despedido con viento fresco. De la doctrina nacional toman buena nota los comités ejecutivos regionales y presidentes provinciales. La repiten como papagayos. Lo ha hecho Alfonso Fernández Mañueco y José María López de Benito, con el toque estadístico y particular de su entorno. Fernández Mañueco ha recitado la fotocopia nacional y Yiyo ha ofendido a la inteligencia. Los dos niegan la evidencia. Y los dos volverán a repetirlo el lunes próximo ante un centenar de cargos públicos y responsables orgánicos populares de Castilla y León. Negarán que el PP está agrietado en León, pese a que desde el Bierzo piden sus dimisiones. Se aferrarán a que, salvo en la isla roja de León, los campos anchos de Castilla mantienen un cielo azul y limpísimo, sin ni siquiera una mala nube. El triunfo socialista en León, ahora sí, lo envolverán en el celofán del «efecto Zapatero», negado con anterioridad, pero tenazmente combatido desde el Gobierno, desde la Junta y desde los cargos públicos leoneses. La realidad, en cualquier caso, tendrá sordina. Una realidad que avalan los datos: el PSOE ha contado con más de 187.000 votos de adhesión y ha arrancado tres diputados en la particular «Babiera» de Castilla y León. La segunda fila orgánica actúa con la misma disciplina. Al día siguiente de que un miembro del Gobierno -¿fue su portavoz, quizá?- alertara sobre la retirada del programa electoral socialista de su página Web, el presidente de la junta local, Francisco Saurina, remitió un comunicado a este periódico afirmando que «los socialistas realizan los programas electorales para no cumplirlos». Están desnortados. Tal parece que exigen los cumplimientos de los compromisos antes, incluso, de que tomen posesión de sus cargos. Los populares leoneses están reeditando la frustración ante la pérdida del gobierno municipal. Actuaciones de este tenor elevan a la condición de dogma democrático la frase de Rodríguez Zapatero: «Los ciudadanos, cuando votan, siempre aciertan».