Diario de León

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Cuestión de profesionalidad

Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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LA POLICÍA está haciendo su trabajo con prontitud y eficacia. Una mochila que no llega a estallar, una tarjeta prepago que abre muchas puertas, un pedacito de plástico de la carcasa de un móvil que se convierte en una sólida prueba para marcar el itinerario de la salvajada... cuestión de profesionalidad. Quizá los sabuesos del todopoderoso FBI y de la no menos poderosa CIA se hayan puesto colorados al constatar cómo se trabaja por estos lares. Y en los hospitales madrileños... Allí se ha escrito un hermoso capítulo para la historia de la solidaridad donde sólo cabe hablar de abnegación, voluntad de servicio sin límites, capacidad de coordinación en situaciones desbordantes... Muchos han muerto pero ¿cuántas vidas se han salvado? ¿cuánto dolor se ha mitigado? ¿cuánto consuelo, cuánta esperanza se han regalado? Y ¿qué decir del ejército de psicólogos que han sido y todavía son el rompeolas de infinitas oleadas de angustia? ¿Cómo olvidar esas imágenes de gentes generosas sujetando sus nervios y amarradas a un teléfono horas y horas diciendo a un interlocutor atrapado por el vacío: «tranquilo, cálmate, respira hondo...»? Es cuestión de profesionalidad rayana en el asombro ese trabajo de los forenses que han conseguido llevar a a cabo su difícil y delicada tarea con eficacia y rapidez, es decir, justo con lo más necesario en un caso como éste en el que las preguntas esenciales se agolpan en la cabeza de tanta gente. Cuestión de profesionalidad también, claro, esa nueva y cabreante fórmula de «mentira-equivocación a cámara lenta» que ha inventado el gobierno saliente. Tanta sutileza, tanta abnegada vocación de honorabilidad, despertó a su vez a otra profesionalidad: la del voto. Emergiendo de un denso mar en el que nadaba la rutinaria visión práctica y utilitarista de ese voto, apareció un voto valiente, acerado y reflexivo. ¿Iluminado por la luz cegadora de Atocha? Pues claro, pero no por eso menos válido y consciente. Quizá aún más consciente y válido porque no es sino la suma final de una serie de errores y hasta de desprecios. El desprecio de los grandes principios y su sustitución por l os «grandes objetivos» de los profesionales de la corta mirada.

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