DESDE LA CORTE
Entre la gloria y la tristeza
AZNAR. Está ahí, en Tele 5, delante de Juan Pedro Valentín, con sus ocho años de gobierno a la espalda, con su inevitable imagen de líder en retirada. Un poco glorioso, con sus palabras de cabeza alta y manos limpias. Un mucho derrotado, que todavía no se explica bien qué pasó el 14 de marzo. Monotemático: transmitió la impresión de que ha gobernado, sobre todo, contra el terrorismo, que surgía en cada respuesta, como una obsesión. Y nervioso: por primera vez lo veo nervioso, como deseando que alguien ponga el «gong». Al final, creo que pudo más en mis sensaciones la idea del derrotado, y me ha dejado la estampa de un hombre doliente. Es normal: había programado todo para una salida brillante, entre alabanzas a su gesto de retirada en plena gloria. Iba a ser el gesto de generosidad de quien renuncia a los oropeles con absoluto despego del poder. Iba a entregar las enseñas de la gobernación a uno de los suyos, hijo predilecto, para que continuara su obra. Y se le ha venido abajo con estrépito. Y le discuten todo, menos el saldo económico. Y el próximo inquilino del palacio promete un estilo de gobierno distinto y afirma que España quiere un gobierno que no mienta. Todo eso tiene que producir una inmensa tristeza; como la tristeza postcoital. Tuve una sensación peor: el hombre cuya palabra era palabra de ley hace sólo diez días me parecía ahora un hombre del pasado. Sigue siendo presidente del Gobierno , pero lo veía como si hubiera pasado un siglo desde su último Consejo de Ministros. ¿Por qué esa visión tan injusta? Porque nos hemos empezado a fijar en las palabras, gestos e intenciones de otro. Lo que diga «el otro» es lo que determina el futuro inmediato del país. Y es como si hubiera caído un telón grande y pesado y hubiera decretado el final de una obra. Ya tenemos la emoción pendiente de otra historia cuyo guión se está empezando a escribir, y cuyos protagonistas se disponen a salir al escenario. Así de injustamente, así de irracionalmente, pasa la gloria de la política. La gloria del mundo. Por qué acudió a Aznar a esa entrevista, si conoce como nadie esos resortes? Sólo pudo ser por estas razones: la grande, para aceptar el mandato de las urnas, aunque le duela. Si ésa fuese la explicación, la recibo como un gesto de grandeza. La personal, para tratar de hacer su propio testamento del éxito. Está en su derecho, y es digno de aplauso que haya aceptado hacerlo en una televisión que no es dócil. Y la de partido, para dar moral a los suyos, ahora que la tienen tan decaída. Espero que esas gentes no lo hayan visto tan nervioso como yo. Tan de página anterior.