DESDE LA CORTE
¡Qué bien suena!
ESTAMOS todavía en tiempo de palabras. Todo lo que escuchamos de quienes están llamados a dirigir este país durante los próximos cuatro años es la proclamación de intenciones. Y las intenciones siempre son magníficas. Rodríguez Zapatero, que seguramente ha superado ya la emoción y la sorpresa del triunfo, no podía ser una excepción. Ayer, ante el Comité Federal del PSOE, desgranó sus propósitos de contenidos y estilo para esta legislatura. Ha sonado muy bien. El líder socialista se dirigía al órgano de dirección de su partido, con la intención de ser escuchado por toda la sociedad. Especialmente por sus once millones de votantes. Los sectores más críticos con el talante de Aznar, los que más rechazaban sus modos hoscos y quienes se quejaban de falta de diálogo tienen que haber sido los más satisfechos. Han visto un líder que sitúa su acción política en el centro-izquierda, con atención prioritaria a la educación pública, los empleos-basura o las discriminaciones. Su discurso fue, probablemente, el de mayor contenido social de los últimos 15 años. Ha sido también un prólogo del discurso de investidura, pero sin réplicas de la oposición. Tiene aspectos pensados para crear ilusión: esas frases que hablan del fin de la propaganda gubernamental, de austeridad personal y en el gasto, o que proclaman una actitud: «El poder no es nuestro, es de los ciudadanos». Era, es, el Zapatero de aquellos jóvenes que le pedían: «No nos falles». Sin duda, estamos asistiendo al nacimiento de una nueva etapa política. Lo primero que ha cambiado ha sido el tono y las prioridades de gestión. ¿Nos podemos fiar? En principio, sí. Es más: el éxito del nuevo gobierno socialista será exactamente conseguir lo que ayer ha propuesto. Si dentro de cuatro años se ha producido el impulso autonómico y se cierra o por lo menos se calma el problema territorial; si se consigue la independencia de todos los ámbitos de la Justicia con fiscales independientes; si efectivamente se termina el control de la información en los medios públicos; si se recupera la cultura del diálogo entre fuerzas políticas, se habrá hecho una España más sólida. En este país se tiende a confundir todavía diálogo con debilidad. Hay dudas sobre la eficacia del socialismo para sentar las bases de un crecimiento económico sostenido, por mucha que sea la confianza que inspira Pedro Solbes. Se han filtrado más proyectos que algunos consideran de ruptura social que medidas económicas. Pero lo escuchado ayer dice que vale la pena intentarlo. Por lo menos, intentarlo.