EL RINCÓN
Presuntos
SE SUCEDEN las redadas policiales y por eso no puede establecerse con certeza el número de detenidos, que sigue creciendo cada día, por el bárbaro atentado del 11-M. Los presuntos autores están siendo apresados. Son veintiuno, mientras escribo, pero aumentará su número. Se cree que doce o catorce fueron los principales protagonistas, pero hubo muchas estrellas invitadas. Una tragedia de ese calibre requiere mucho apoyo logístico. Todo es muy confuso aún y lo único que está claro es la grandeza del pueblo de Madrid. Alemania desmiente que fuese allí donde se preparó la matanza. Otros hablan de un lugar del Sahara. Se mezcla todo, como los cadáveres en los trenes siniestrados, y lo mismo se habla de Lavapiés que de la conexión de Casablanca. Lo cierto es que España no cumplía la normativa de Eurojust. Siempre creemos que las cosas malas les pasan a los otros y demoramos la aplicación de las medidas contra el terrorismo adoptadas por la Unión Europea a raíz del atentado contra las Torres Gemelas, que fue el más cruel, efectivo y sangriento de la historia. Ahora, en vista de lo ocurrido en Atocha, nos han entrado las prisas y se van a crear equipos conjuntos de investigación. Como el terror se ha globalizado, urge que haya un coordinador que tenga una visión global del problema, que se augura que será el más grande del siglo. Ni la policía puede capturar a todos los terroristas, ni los terroristas pueden matar a todos los ciudadanos, ni derribar todas las torres. Lo más estremecedor es saber que siempre habrá personas dispuestas a propagar la muerte y a dormir después, con la satisfacción del deber cumplido. Se asombraba Kant de dos cosas: de la noche constelada y de la voz de la conciencia. ¿Qué conciencia autista tienen los asesinos de la estación de Atocha? Antes de ser detenidos, los presuntos culpables se han cruzado con nosotros por la acera. Hasta es probable que se tomaran una cerveza a nuestro lado en cualquier bar. Nada nos hizo sospechar. Parecían personas.