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Publicado por
PEDRO CALVO HERNANDO
León

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AZNAR Y ZAPATERO se han retratado perfectamente esta semana a la que hoy ponemos fin. El primero lo hizo en sus declaraciones de Bruselas y el segundo en su discurso ante el Comité Federal del Partido Socislista. Uno y otro representan en estos momentos el alfa y la omega de la política, uno triunfador, el otro derrotado, uno feliz y agradecido al pueblo que lo ha encaramado al poder, el otro amargado y rencoroso contra todo y contra todos. El líder socialista ha hecho el discurso de exigencia social que venía comprometido por su programa electoral, y ha instado a los suyos a un impecable comportamiento democrático: contar con los ciudadanos, escuchar siempre, el poder no es nuestro sino de los ciudadanos. Su expresión de felicidad y los sinceros aplausos de sus compañeros marcaban bien el espíritu y el clima de esa reunión política poselectoral. También ha sugerido tranquilidad frente al pésimo perder de los adversarios y sus mentiras y retorcimientos mentales. El viernes pasado podimos vero a un Partido Socialista plural, democrático y unido, unido como nunca en torno a su líder, José Luis Rodríguez Zapatero. Por todo ello, el contrapunto es especialmente dramático y patético. Aznar ni siquiera se quedó en Bruselas al almuerzo de cierre de una cumbre europea en la que se ha sentido aislado, abandonado y criticado por su comportamiento y el de su Gobierno a raíz del atentado del 11-M. No debió mostrar ante toda Europa lo que es no saber perder unas elecciones. Su actitud no ha variado ni un ápice, pese al meritorio esfuerzo de ayer al recibir en la Moncloa al presidente electo con sonrisas y buena cara. Enseguida lo estropeó al entrar en una discusión absurda y hasta ridícula sobre si Rodríguez Zapatero había accedido o no a responder por escrito a su requerimiento sobre el relevo de los soldados españoles de Irak el 21 de abril. De nuevo ha reiterado sus acusaciones -siempre veladas- contra el Partido Socialista, contra la Cadena Ser y contra el sursum cordam por lo sucedido tras el atentado y por las manifestaciones de la noche del sábado. Y ha vuelto a atribuir su derrota a todo ello, sin el mínimo atisbo de autocrítica o de reconocimiento al triunfador. Sigan así.