DESDE LA CORTE
Con toda la minoría absoluta
CREÍAMOS que estaba inventado todo en democracia, pero estos días deben pasar a la pequeña historia como los de estreno del género epistolar como método de relación política. Las cartas que se han cruzado Zapatero y Aznar han instaurado un nuevo modelo que puso a prueba el carácter y el ingenio de ambas personalidades. Primero Aznar, por orden alfabético. Hace una semana recibía a su sucesor. Le pidió que expresara por escrito la posición del PSOE sobre el relevo de las tropas, y ese escrito no llegó nunca. Hubo uno de Bono, pero Aznar quería más: quería el autógrafo de un Zapatero que se hizo el longuis. Y salió el Aznar más conocido; el que pone los redaños encima de la mesa y dice: «¿Usted no me escribe? Pues yo no dejo salir las tropas de Zaragoza». Y Zapatero no tuvo más remedio que escribir. Pero apunten lo fino del mensaje: «V.E. no puede suspender el derecho al relevo de nuestros soldados». Y concluía en versión libre de esta crónica: o los releva, o los hace regresar de forma definitiva. ¡Toma astucia! Acabamos de asistir a una habilísima representación política. Acabamos de ver el arte de darle la vuelta a una situación. Maquiavelo y Fouché eran unos aprendices al lado del redactor de esa carta. Así viene la temporada política que estamos estrenando. Creo que vamos a ver un espectacular juego de cuchillos. Ya se oye cómo cortan el aire. Ese Aznar capaz de devolver al cuartel a 160 soldados sólo porque Zapatero no mandó una carta, se convierte en la primera pista del estilo de oposición que vamos a ver: ni agua al nuevo gobierno. ¿Acuerdos? ¿Qué acuerdos? Que cada palo aguante su vela. No hicieron falta ni veinticuatro horas para confirmarlo. Ayer, el señor Zaplana se mostró inflexible. No cede un puesto en la Mesa del Congreso a nadie. Ni siquiera a sus antiguos aliados de Convergencia i Unió. Y mostró sus armas: el PP «tiene el mayor número de diputados que haya tenido nunca la oposición en el Congreso». El que quiera estar en la Mesa que lo hubiera ganado con sus votos. El eslogan podría ser: «Vamos a oponernos con toda la fuerza de la minoría absoluta». Naturalmente, estos gestos de autoridad suelen tener un precio. En este caso, los nacionalistas catalanes se quedan fuera del gobierno de la Cámara. Y al mencionarlo, echo mano de la memoria histórica: ¿recordáis cuándo el PNV decidió echarse al monte? Cuando se prescindió de sus hombres en las instituciones del Estado. Espero que ahora no pase lo mismo con los catalanes. A ver si por mantener un sillón perdemos una Comunidad Autónoma.