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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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COMO paradigma de elegancia, discreción y sensibilidad con respecto a las desgracias ajenas, desde Rusia, esa eterna Madre Rusia de Rasputín, el pintoresco Yeltsin y el espía reciclado Putin, nos han puesto a los españoles a fumar en pipa. Empeñados en contar a su modo la ópera de las cuatro verdades, aseguran que somos unos «cobardes», así como suena, dispuestos a ceder al chantaje terrorista y arruinar el futuro de Europa. ¡Alucina, vecina! Un tal Alexandr Budberg ha comparado en el periódico de mayor tirada de Moscú, se supone que bajo influencias anfetamínicas, la postura de España al anunciar la retirada de nuestras tropas en Irak si la ONU no adopta medidas para atajar una situación que se ha puesto más negra que la capa del diablo, con la capitulación europea ante Hitler y el inicio de la II Guerra Mundial. En la misma onda cutre, la influyente comentarista Yulia Latínina, una especie de Cruella de Vil en el mundillo de las letras de molde, asegura que los españoles somos una piara de capones y Zapatero se ha bajado los pantalones «como un tendero obligado a pagar protección a una banda local». Una vez que se te pasa el sofocón después de leer semejante cochambre, evidencia palpable de lo barato que sigue siendo el vodka en Rusia, lo único que te viene a la mente es echar mano a los clásicos, quienes ya dijeron que de lo que no se puede hablar hay que guardar silencio. Y mucho tienen que callar en Rusia, recién salida del lodo para caer en el arroyo, una nación arruinada social y económicamente, convertida en auténtico juguete roto y cuyo mayor mérito, al menos por lo que puede verse en la costa mediterránea, es haberse convertido en hipermercado de mafiosos.