LA VELETA
Apuesta por la negociación
JOSÉ LUIS Rodríguez Zapatero está haciendo algo más que una apuesta estética por el diálogo y la negociación como filosofía de su acción política. La forma en que se han compuesto los órganos de gobierno y de representación del Congreso de los Diputados y del Senado así lo atestiguan. El PSOE ha perdido la capacidad de imposición en la mesa del Congreso y ese riesgo lo ha compensado con la presidencia del Senado. De la generosidad ha hecho, además, virtud pragmática. Enfrente se encuentra el Partido Popular en su inmensa soledad, tal vez como símbolo y primera consecuencia de que quienes gobiernan el partido son los mismos y responden a los mismos talantes que quienes lo hacían desde el Gobierno. Si antes la consigna pareció siempre ser la de «al enemigo, ni agua» ahora se han estrenado con otro que dice: «al gobierno, ni negociación». La soledad del PP es más significativa cuanto que no es usual que quien lidera la oposición no tenga ninguna posibilidad de entendimiento con ninguno de los partidos que están fuera del poder. ¿Pretende el PP hacer de esa soledad virtud? Aceptar ese supuesto significaría que estamos ante un escenario de oposición frontal que nos lleva, inequívocamente, al recuerdo de aquel grito de «¡Váyase señor González!» ¿Se puede repetir la historia? Parece difícil sin un desgaste del Gobierno que por definición requiere bastante tiempo. Es cierto que aquel asalto al poder, a caballo de fuerzas mediáticas y judiciales poderosas, consiguió penetrar en el corazón del Gobierno socialista y desalojarlo de La Moncloa, pero los tiempos son distintos y la atmósfera que respira España, de acuerdo con la naturaleza del vuelco electoral, indican que el horno de la opinión pública no está a una temperatura que admita la cocción de grandes tortas. Zapatero todavía no ha dado un traspiés a pesar de que el escenario nacional e internacional no está exento de dificultades. Incluso en la transparencia con la que ha ido escogiendo a los miembros de su Gobierno ha querido poner distancia con la metodología de la famosa «libreta azul» que José María Aznar exhibía como símbolo de su poder absoluto.