LA VELETA
Terrorismo de franquicia
PARA pertenecer a Al Qaida sólo hay que conocer las ventajas que facilita compartir una marca, porfiar en un credo difuso de fanatismo irredento y conjurar una docena de voluntades capaces de matar sin mirar al infinito. Es un márketing de la globalización alimentado cada día por monstruos tan fáciles de identificar como Ariel Sharon. El resto es una plaga que se expande por los rincones de nuestras ciudades con la misma filosofía de las cadenas de hamburguesas pero para fabricar picadillo de ser humano. Ese es el inmenso peligro que nos enfrenta y sus tentáculos pueden poner goma-2 en la vía del AVE, o imaginar cualquier arma capaz de sembrar el pánico, porque su intención es desestabilizarnos mediante el terror hasta que el pánico nos convoque a abdicar de nuestros credos democráticos. Bin Laden pretende, en síntesis, que perdamos los nervios y nos convirtamos en clones de Sharon capaz de transmutarnos del papel de víctimas hasta convertirnos en verdugos. Si lo consiguen, la capacidad de generar nuevos fanatismos, en el universo del integrismo islámico, será una realidad exponencial. El Estado de Israel es abanderado principal de esta cruzada hacia la locura. Ahora amenaza con matar a Arafat. ¿Alguien da más? En esta guerra de nervios lo fundamental es no perder la calma y mantener la convicción de que lo único que está prohibido es dar satisfacción al enemigo y abdicar de nuestros principios democráticos. En España tenemos la gran ventaja de estar curtidos por las epidemias sucesivas de terrorismo etarra. Sabemos que desde los tiempos de Tejero, ETA ha tratado de desestabilizar nuestro sistema para legitimar el golpismo. ETA adoró los Estados de Excepción cuando eran posibles. Hasta ahora Bin Laden lleva las de perder en España, porque, a diferencia de los norteamericanos, estamos ejercitados en gritos que nos han hecho grandes: «vascos, sí; terrorismo, no». Si fuéramos inteligentes, en un lado del póster de «Wanted» pondríamos el rostro de Osama Bin Laden, y, en el otro,una fotografía reciente de Sharon. Los dos son aliados aunque finjan odiarse, porque cada uno de ellos no se explica sin la existencia del otro. Las franquicias funcionan así.