Diario de León

RES PUBLICA

Periodistas y payasos

Publicado por
IGNACIO RAMONET
León

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EN MÉXICO, el telediario matinal de mayor audiencia es El M añanero del canal Televisa cuyo presentador, Víctor Trujillo «Brozo», tiene la insólita particularidad de ser¿ un payaso. Un auténtico personaje de circo gesticulante y gritón. Con todos los atributos del clown : falsa nariz roja, espectacular peluca verde, bocaza de maquillaje carmesí, labios pintados de blanco... Cuando me lo dijeron -«es el de mayor audiencia¿»- estuve tentado de considerar semejante disparate como un rasgo del barroquismo mexicano o una consecuencia del desastre general del subdesarrollo. Pero el «Brozo» acababa de protagonizar el mayor golpe mediatico del decenio : difundió un vídeo clandestino que provoco un sismo político en México. Se veía, en directo, el espectáculo de la corrupción. Un empresario, Carlos Ahumada, le entregaba fajos de miles de dólares a un tal René Bejarano, diputado del PRD y asesor de Andrés Manuel López Obrador, alcalde de la capital y candidato a la presidencia¿Detalle suculento, el «Brozo», antes de pasar el video (y sin revelar que lo iba a difundir), invitó al tal Bejarano a venir en vivo al plató con el pretexto de entrevistarlo. En medio de la conversación le dijo: «Oiga, tengo un documento que le quiero mostrar para que me dé su opinión¿». Y le soltó, sin anestesia, la escena de su flagrante corrupción¿ Millones de ciudadanos pudieron ver cómo el rostro de Bejarano se descomponía. En Mexico existe una fuerte tradicion del héroe justiciero -como «el Zorro»- enmascarado. La fascinación por la máscara hunde sus raíces en la profundidad de la historia d e los rituales aztecas. Ese imaginario que teatraliza la lucha entre el bien y el mal se ha trasladado al ámbito de la cultura de masas. Por ejemplo, en ninguna parte los púgiles de lucha libre -casi todos enmascarados- han sido tan populares como aquí. El mas célebre, «El Santo», venerado por las masas, no se quitó nunca la máscara y jamás reveló su identidad. Eso inspiró la aparición, hacia 1987, de un insólito personaje : «Super Barrio». Ataviado como un luchador con su máscara rosa, su capa dorada y las iniciales «SB» grabadas a lo Superman en el pecho, «Super Barrio» se convirtió en el defensor de los humildes, luchaba por los derechos de «los de abajo». Apoyó al subcomandante Marcos. El cual, con su pasamontañas-antifaz y el enigma de su identidad, se inscribe también en la tradición local del «disfrazado que restablece entuertos». Esa figura llega ahora, con «Brozo», al territorio mediático. Era lógico. Como en otros países, muchos ciudadanos están convencidos de que la televisión no dice la verdad y que demasiados periodistas son tan corruptos como los políticos o los jueces. Disfrazándose de clown, el «Brozo» lanza un guiño cómplice a los televidentes: su palabra es libre como antaño lo fue, en las cortes medievales, la del «loco» cuyo estatuto de «irresponsable» le otorgaba la facultad de poder decir sin riesgo la verdad. El «Brozo» demuestra también («Cantinflas» ya lo había hecho) que cuando se mezcla con los políticos el más payaso de todos no es el que lleva el disfraz. Y que, cuando se multiplican las amenazas contra los periodistas, ponerse una máscara es a veces el modo más eficaz de desenmascarar a los hombres del poder.

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