Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LA SOLUCIÓN que reclamaba a gritos un honrado ciudadano de Leganés era echarle siete llaves al Estrecho de Gibraltar. Difícil. Si no hay manera de ponerle puertas al campo, cómo va a ser posible echarle cerrojos a la mar. «Hay que cerrar el Estrecho», gritaban algunos doloridos estrategas. Otros reclamaban leyes más duras y otros bramaban: «¿No les gusta ir al cielo? Pues que vuelen todos». No todos. Hay moros amigos. Han venido para trabajar por un dinero que en la mano no se ve y realizan las labores que los españoles, que ya nos creemos muy ricos, desdeñamos. Lo que ocurre es que el terrorismo islámico está consiguiendo la única globalización que hasta ahora se ha llevado a cabo: la de la xenofobia. Define el diccionario esta palabra como odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros. Ahora se están dando por igual las tres cosas y además de manera indiscriminada y vehemente. Vamos a idear una nueva política de seguridad, sin duda necesaria, pero hubiese sido mejor colaborar en menos guerras en calidad de estrellas invitadas. Los terroristas que se inmolaron entre cánticos no menos estremecedores que sus explosivos estaban preparando nuevas matanzas, pero a los magrebíes que viven en Leganés sólo se les puede acusar de una cosa: de ser sus compatriotas. En Andalucía residen medio millón de musulmanes y no es justo creer que todos tienen 60 kilos de dinamita en el pasillo de su casa. Aquí en mi sufrido y querido pueblo, que se convirtió hace días en un pantano urbanizado, hay un moro enjuto que lleva como veinte años vendiendo la misma manta. También ofrece relojes digitales, linternas y pequeñas esculturas de madera clónica. Yo lo admiro mucho porque no suda en agosto, a pesar de llevar una chaqueta cruzada. ¿Tengo que sentir hostilidad o repugnancia por ese hombre que me habla de que tiene varias «mujeras», que quizá sea distinto a tener varias mujeres? ¿Tengo que odiarle? Que nadie le confunda con Bin Laden.

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