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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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ÉSTE ES UN HOMBRE cualquiera. No es muy mayor, pero tampoco muy joven. No anda sobrado de dinero pero tampoco le agobian más de lo normal los problemas económicos. Honrado padre de familia, preocupado ma non troppo por la educación de sus hijos. Vota, no siempre, al partido que toca y de vicios, hase uso y abuso de los los justos para ir tirando. Un ciudadano como millones que estos días de atrás ha firmado en una pequena ciudad del interior un escrito en contra de que en su barrio, un poco más allá de ese bar que frecuenta, se instale la sede de Caracol, una asociación que trabaja en El Bierzo, y más concretamente en Ponferrada, en apoyo de los afectados por la enfermedad vih-sida. Ha estampado su firma en el escrito de rechazo que un vecino le ofreció y luego, ¿es posible que se quedara tan tranquilo?. Es éste un caso en el que llueve sobre mojado: la asociación pleitea en los tribunales con el casero que decidió de pronto rescindir el contrato de arrendamiento del local donde tenían su sede los integrantes de esta asociación y ya fueron tajantamente rechazados de otro espacio -público, para más señas- en una vergonzosa operación en la que se vió involucrada una comunidad escolar que se supone incluye en su plan de estudios programas de educación social y se rige por criterios de tolerancia. En algún momento, el problema ha amenazado también con derivar en una de esas vomitivas polémicas partidistas que sólo consiguen marear la perdiz y aburrir a los lectores de prensa mientras yo sigo pensando en ese hombre cualquiera, intentando explicarme qué oscuros prejuicios pueden llevarlo a expulsar de su entorno a un enfermo que busca ayuda.