Diario de León
Publicado por
PANCHO PURROY
León

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DESDE 1981, fecha de publicación de este polémico libro, se debaten encarnizadamente las tesis propuestas por su autora, Sarah Blaffer. Esta bióloga feminista afirma que el orgasmo no es exclusivo de la hembra humana, como se pensaba, y que, en vez de una anomalía en la historia de la evolución, sus manifestaciones en langures, macacos y otros monos, con espasmódicos movimientos de brazos, gruñidos entrecortados, temblor de labios y auténtico éxtasis, aun en cópulas de pocos segundos, aseveran la antigüedad del placer simiohumano del presunto sexo débil. El problema, según esta científica americana, lo plantean los desarrollos culturales que modifican esta herencia gozosa. Se aprecian dos tendencias antagónicas: la de la mujer considerada un ser casto, pasivo e inocente, frente a la dueña de una sexualidad peligrosa, explosiva. Si nos remontamos a las hembras prehomínidas, tienen un temperamento que las empuja a relaciones, procreadoras o no, con múltiples y selectos machos. Milenios de historia han trocado este instinto abierto por una presión que obstaculiza la sexualidad femenina: diferentes sociedades establecen métodos de control tan duros como el enclaustramiento, la lapidación o la ablación del clítoris. En muchos ámbitos, la mujer ocupa peor posición que las hembras de las especies de monos. Las féminas deben luchar fuerte para recuperar la sexualidad emprendedora original, machacada por creencias machistas. Frente al androcentrismo, Sarah establece una sociología ginocéntrica. Desde una perspectiva feminista, incluso si los machos son dominantes entre gorilas, micos, gibones, mandriles y lemures, esto no prueba que en la colectividad humana los hombres se comporten como tiranos. Tampoco, aunque las hembras de papiones copulen veinticinco veces en diez horas con varios machos, la liberación sexual progresiva de la mujer se acercará a la del varón, habitualmente faldero y oportunista, afirma nuestra sabia.

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