Diario de León
Publicado por
VENANCIO IGLESIAS MARTÍN
León

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NO ME PREOCUPA nada, no quiero nada, no tengo ganas de nada. Por no tener no tengo ni ganas de tener ganas. Ni me preocupa que, sin crítica o autocrítica alguna, se proponga un nuevo cambio de rumbo en la enseñanza, que sin educación deviene una cosa inerte en el mejor de los casos y en el peor indecente. Si esos asuntos generales no me preocupan y me llevan a un encogimiento de hombros, tampoco me preocupa que se suprima radicalmente la religión de la escuela, sobre todo cuando el programa es teología o pastoral o moralina o historia de la falsa conciencia religiosa que no quiere desenmascararse; al fin y al cabo la falsa conciencia ha adquirido carta de naturaleza también en el pepeísmo y en el socialismo contaminados por la falsa conciencia de otros variados regímenes, totalitarios o democráticos. A mí lo que me entristece es que el lenguaje del socialismo antiguamente lleno de esperanzas y perspectivas se haya convertido en un muro insalvable de simplezas demagógicas con las que alcanzar y sostenerse en el poder. A mí lo que me preocupa es el halago cerrilmente ideológico e ideologizado con que se tratan los problemas de educación ante una sociedad estudiantil que rehuye el esfuerzo y se apunta, cada viernes, a al estupidez brutal en la que ha caído la llamada movida . Una sociedad estudiantil cerrada en sí misma, ciega para todo lo que supere los límites de un miserable hedonismo y muy sensible, por el contrario, a propuestas que faciliten su titulación sin esfuerzo, ávida de novedades y reacia al trabajo disciplinado, a la pulcritud intelectual, a la curiosidad heurística que le lleva a conocer otros campos académicos distintos del que la miserable especialización propone; insensible a la personal depuración estética. (En un botellón universitario con nombre de fiesta del campus de Vegazana, al lado de la biblioteca, he visto un sinfín de estudiantes, desbridados por el alcohol, orinando contra la pared de la caseta, al son de una música infecta: los servicios de la biblioteca a cincuenta metros. Mea hijo, mea contra la pared ideológica y hazlo alguna vez contra el viento político del momento aunque te mojes los zapatos, pero hijo mío, no mees contra la biblioteca). Lo que me preocupa es que, en mi querido socialismo o pepeísmo, se identifique la pertenencia al partido con la aceptación de la verdad y que la verdad del partido, se dé como se dé, en todo caso fragmentaria e ideológicamente tendenciosa, sea norte, consensuado o no, sobre el que montar nuevas reformas de la desgracia educativa en que hemos ido cayendo. Todos los profesores, excepción hecha de los más tontos y los que dicen amén al poder, se echan a temblar cuando surge una nueva propuesta educativa o una reforma. Y ello porque se ha perdido la vieja fuerza de la sabiduría integradora, aquella que utilizaba el conocimiento y el avance intelectual para construir una casa habitable (filosofía, música-poesía y ciencia) eso que pomposamente se llama hábitat, sin olvidar la pregunta por los temas de fundamento de la existencia: el amor y la muerte, el odio y la tolerancia, la inteligencia y la pasión, la libertad personal y el otro como límite de la misma, el individuo y el cosmos, la organización amable y cuidadosa del espacio vital para no destruir la casa en que vivimos, es decir: comemos, defecamos, procreamos y morimos. Anteayer estaban en mi aula. Hoy no los conozco. ¿Han bastado seis meses para que seamos tan extraños? ¿Qué se puede esperar de una enseñanza secundaria y un bachillerato de veinte minutos? Así le va a mis pobres alumnos. ¿Qué puede esperarse del griterío pseudopedagógico y de la voluntad inequívoca de los partidos de convertir la educación en el campo no sé si de ensayo o de tiro de su proyecto? ¿Qué del vaciado de escayola que se hace del alumnado para quien no habrá segunda oportunidad? ¿Qué del vaciado moral, intelectual o humano en general que los media han instalado en su sistema de embrutecimiento y que llaman pomposamente comunicación? Un compañero me decía con doloroso derrotismo: «Los mejores siempre salen adelante». Sí, amigo, pero a mí los que me preocupan son los que nunca van a salir adelante y sin embargo tenían dotación más que suficiente para lograrlo (espero que nadie crea que hablo de eso que se llama éxito y que es el nuevo becerro de oro). Ay, allá se lo hayan, con su pan se lo coman, porque yo me he vuelto Pilatos amante de la palangana y sabio que pregunta ¿qué es la verdad? y no se molesta en escuchar a su interlocutor que tanto sabe de la verdad y la vida. Por cierto, que de eso seguimos sin saber gran cosa y a lo mejor nos perdimos una buena definición. Ah, si yo tuviera un tonel con olor a vino viejo de pasas, para dormir a pierna suelta, para insultar con mi desnudez a los bienandantes bienvestidos de stablisement y a los malandantes malcalzados que quieren trepar por la escalera miserable del poder. Si yo lo tuviera... pero no lo tengo. Así que me sentaré bajo el toldo de mis propias contradicciones mirando siempre hacia el oeste, esperando que surjan en el horizonte unas Nuevas Indias donde sin duda... ¿seré más feliz? ¿seré igual de desgraciado? No lo sé. Esas Indias suelen no ser otra cosa que espejismos. Y aún tengo miedo de haber estado viviendo toda mi vida entre espejismos haciendo el indio. Perdónenme esta tristeza; la crueldad y la brutalidad de la alimaña me deja perplejo, pero comprendo que responde a su naturaleza y chasco la lengua y digo una y otra vez... ¡qué se va a hacer! La democracia que no invierte -ya se comprende que no hablo de dinero- en educación, recogerá tempestades. Y no digamos nada de la democracia que invierte en nacionalismo. Parece que 19 parlamentarios han jurado la Constitución por imperativo legal, es decir, no la han jurado, porque en las mismas palabras del juramento va implícita su nulidad, ya que juran obligados. ¿Cómo se les va a pedir que la cumplan con una conducta intachable? En fin cada uno en su tonel, su guarida o su casa y Dios en la de todos.

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