El miedo y los agoreros

AL CUMPLIRSE un mes de aquellos tres días de marzo (entre el 11-M y la jornada electoral), algunas conclusiones pueden elevarse a definitivas. A saber: durante cuarenta y ocho horas nos machacaron desde el Gobierno con la idea de que el jueves de sangre era la consecuencia del pacto de Carod Rovira con ETA, pero resultó que no, que era la consecuencia del pacto de Aznar con Bush. Es insostenible que lo uno o lo otro pueda demostrarse en una secuencia lógica de relación efecto-causa. Sin embargo, quienes lo sostuvieron para lo primero (el causante era Carod) lo negaron para lo segundo (lo de las Azores no tiene nada que ver). Pero los ciudadanos que se creyeron lo primero, por machacona repetición, se sintieron moralmente autorizados para creerse lo segundo. Para las víctimas del 11 de marzo no cambiaba nada el hecho de que los autores fueran unos u otros. Pero para los ciudadanos, sí, sabiendo que estabamos en vísperas de unas elecciones generales y el elector acude a las urnas después de formar criterio a la vista de la realidad. El pretexto de la guerra de Irak en la que nos embarcó el Gobierno Aznar se había evaporado. Si antes los iraquíes odiaban a Sadam ahora odiaban también a las fuerzas ocupantes. Y si en aquel país antes reinaba un cierto laicismo, ahora renacía imparable el temible integrismo islámico. ¿Dónde estaban las ventajas de la apuesta belicista del señor Aznar? Un año después, el terrorismo, el caos, la ira de los iraquíes, la inseguridad de las tropas ocupantes, etcétera, se han apoderado de aquel atormentado país y nadie piensa que la situación haya mejorado después de la decisión del trio de las Azores. España era y es una sociedad libre y confiada sobre la que últimamente sobrevuela el fantasma del miedo. Justo a raiz de los atentados del 11 de marzo. No podemos permitir que el miedo y los agoreros, los activistas del fatalismo que nos anuncian más atentados, con o sin repatriación de tropas, conviertan el miedo en un instrumento de dominación. Ni del terrorismo ni de nadie.