Plusmarcas

PARECE que la política que se sigue contra la llamada violencia de género no sólo es ineficaz y equivocada, sino errónea. Al menos eso dicen algunos políticos, dispuestos a ocupar el sitio de otros. Venimos a salir a una mujer asesinada por semana por un hombre que estaba convencido de que era de su propiedad. «La mato porque era mía», alegan ante el juez y se asombran de que a éste no le parezca un argumento suficiente. Sólo en Andalucía, los abogados de oficio asistieron durante el año pasado a 2.244 asuntos penales por violencia de género, pero tipos de la escuela de Barba Azul, aunque menos recatados, se dan en todas las latitudes. Es uno de los records hispánicos. Otro, indiscutible, es el de accidentes de tráfico, si exceptuamos algunos países africanos. 4.500 compatriotas pasan anualmente a peor vida, en general por querer llegar antes, aunque no sepan antes de quién. La velocidad, que dicen que es el único pecado nuevo que hemos inventado en el siglo XX, es la mayor culpable, aunque intervengan otros factores. En el siglo XXI, por el que sólo hemos dado cuatro pasos, las estadísticas serán mucho peores. Por eso la Dirección General de Tráfico, creo que con buen criterio, ha reanudado sus anuncios realistas. Para estremecernos. Lo malo es que nadie escarmienta en cabeza ajena, sobre todo si esa cabeza no lleva puesto el casco. Por fortuna, a esas dos plusmarcas no se añade la de consumo de alcohol. Nos han calumniado con frecuencia pero no somos, ni de lejos, la nación donde más se bebe. Por esos mundos de Dios, y por algunos dejados de su mano, se le da al frasco con mayor ímpetu y asiduidad. En vista de eso, la Organización Mundial de la Salud va a emprender una campaña contra el líquido imponible semejante a la que existe contra el tabaco. En vez de leer en las cajetillas eso de «Fumar puede matar», o «Fumar conduce a la impotencia», leeremos en las botellas que «Beber machaca el hígado», o «Beber quita el hambre y da más ganas de beber». El caso es seguir fomentando la lectura.