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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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EN UN momento en el que la capacidad crítica y el rigor intelectual brillan por su ausencia, se agradecen especialmente los esfuerzos de reflexión y de poner las cosas en su sitio. Como ocurrió recientemente en un seminario convocado por el Círculo de Lectores sobre la perversión del lenguaje. Esclarecedoras conclusiones las que advierten de la postración del pensamiento crítico ante el poder de la palabra utilizada como arma de poder y dominación. El lenguaje, aunque a veces se nos olvide, es un instrumento enormemente manipulable y manipulador. Buena prueba de la perversión del lenguaje son expresiones que ya forman parte del uso común, como «guerra humanitaria», «daños colaterales», «limpieza étnica» o «ataque preventivo». Advierten los intelectuales (los que se han tomado la molestia de pararse a pensarlo) que el error en los términos acaba llevando al error en el punto de vista. Así, lo que antaño se calificaba como conquista hoy se denomina guerra de liberación, un caso concreto y por desgracia frecuente en los últimos tiempos que desde luego va mucho más allá de la perversión, incluso podría decirse que de la manipulación. Otro punto malintencionado en la utilización del lenguaje es aquel que lleva a una verborrea de palabras inútiles, cuyo objetivo último es ocultar el verdadero significado de lo que quieren decir. «Ocultan más que aclaran y acaban siendo transmisoras de estrategias del poder», aseguran los pensadores, para quienes está claro que la manipulación del lenguaje va mucho más allá de una perversión para un interés concreto y puntual. Ante tal aluvión de informaciones disparadas en una dirección tan concreta como premeditada, sólo cabe la posibilidad de ejercer una cuidada y concienzuda higiene intelectual. Ojalá todos practicasen la máxima expresada por uno de los intelectuales: «Cuando las palabras se nos pudren, más vale callarse».