Diario de León

TRIBUNA

Sindicato de Estudiantes

Publicado por
MÁXIMO ÁLVAREZ RODRÍGUEZ
León

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MÁS DE UNA VEZ hemos oído decir, a la hora de manifestar que una cosa tiene éxito, que «dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio». Pues bien, aún hay algo capaz de suscitar, mucho más que los caramelos, el interés de los alumnos a las puertas de un centro escolar: un cartelito, por pequeño que sea, que anuncie la convocatoria de huelga de estudiantes. Lo de menos es quién la convoca y para qué. Lo importante es saber que surge una buena disculpa para no asistir a clase, con lo que se agradece un día de descanso. En plan egoísta, los profesores deberíamos alegrarnos también de estas jornadas reivindicativas por brindarnos la oportunidad de relajarnos un poco del estrés cotidiano que supone impartir clases. No sé lo que pensarán los padres al respecto, pero, a juzgar por lo que conozco y el éxito de estas convocatorias, parece que una gran mayoría están de acuerdo con sus pobres pupilos, como si fueran víctimas oprimidas por el sistema educativo. No piensan lo mismo algunos otros progenitores, que no consienten que sus hijos secunden las huelgas y pierdan horas de clase. Cuando aparecieron los sindicatos, nacieron con la noble finalidad de defender a los obreros de los abusos a que se veían sometidos: bajos salarios, condiciones deprimentes de trabajo y otra serie de injusticias. Con el tiempo surgieron también los sindicatos de estudiantes, como organizaciones para defender los derechos de los alumnos. En efecto, los alumnos pueden reclamar centros e instalaciones dignas, pueden pedir que los profesores expliquen bien y sean justos a la hora de calificar, y todo aquello que contribuya a que la enseñanza sea de calidad, que todo el mundo tenga acceso a la misma, etcétera... Hasta aquí todo parece normal, sobre todo si el defender los derechos no lleva consigo olvidar que también existen unos deberes. Pero la cosa cambia cuando se entremezclan otros intereses ajenos a la vida estudiantil. El primero de ellos sería la supervivencia del propio Sindicato, necesita hacer algo, demostrar que existe. En este sentido el éxito lo tiene asegurado, no necesita dar muchas explicaciones, con nombrar la palabra «huelga», con mandar un panfleto, le harán caso sin necesidad de leerlo. No les preguntéis a los alumnos, ni siquiera a los «delegados sindicales» quiénes son sus jefes ni si son o han sido buenos estudiantes, ni si tienen algo que ver o no con el «Cojo Manteca», aquel que iba rompiendo semáforos y farolas en las huelgas estudiantiles de la pasada década. Por supuesto, los alumnos huelguistas nunca han tenido oportunidad de elegir o escoger a quienes desde Madrid dicen ser los legítimos representantes de todos los estudiantes de España. El segundo objetivo es la lucha política. No hace falta más que entrar en su página web para ver qué ideologías están detrás, o leer el último panfleto de convocatoria de huelga, todo un alegato contra el PP. Pero quizá el logro más importante es producir el desconcierto y fomentar la confusión. Veamos una pequeña muestra. El día siguiente a las elecciones del 14 M, una alumna escribió en la pizarra de su clase: «por fin podrán estudiar los hijos de los obreros». Y es que están logrando convencer a muchos alumnos de que la Ley de Calidad de la Enseñanza sólo permite estudiar a los hijos de los ricos. Nada más ajeno a la realidad. Hoy día el fracaso escolar no se debe a causas económicas, sino a la falta de interés y de esfuerzo de los alumnos y, a veces, a la complicidad de los padres. Así mismo otra falacia enorme es la de echar las culpas del fracaso de la enseñanza pública a la existencia de centros públicos concertados, lo que llamaríamos la privada. ¿Es que influye negativamente en la marcha del Instituto Gil y Carrasco o Álvaro de Mendaña de Ponferrada la existencia del Colegio San Ignacio o el de las Concepcionistas? A unos y otros centros van chicos y chicas exactamente iguales, de manera gratuita, y unos y otros centros son sufragados con los impuestos de los padres de los alumnos, que tienen derecho a elegir libremente la educación de sus hijos. Si en unos hay más disciplina o menos que en otros no es cuestión de dinero, sino de cómo se gestione la marcha del centro. La solución no está en hundir a los que funcionan bien, sino en exigir a unos y otros que cumplan con la legalidad. Recuerdo la saña con que algunos abogaban por el cierre del Colegio Diocesano San Andrés de Vega de Espinareda que tanto servicio, prestigio y ganancias dio a la villa. Después de su cierre muchos se manifestaban porque tenían que venir a Fabero a estudiar la ESO y algunos se dieron cuenta, tarde ya, de lo que habían perdido. Trabajo en un instituto que parece casi un chalet, rodeado de hermosos jardines y pistas de deporte, acogedor, con sus correspondientes aulas de informática, bibliotecas, laboratorios, clases muy dignas y unos profesores competentes. Cierto que siempre es mejorable, pero aunque se invirtieran cientos de millones, como no haya disciplina, ganas de estudiar, respeto, seriedad académica... de poco serviría llenar las clases de ordenadores y con la mejor biblioteca del mundo, todo esto no valdría para nada. Entre los frutos inmediatos del Sindicato de Estudiantes está el descontrolar la marcha del curso. Un jueves sí y otro también, a lo largo de estos últimos años hemos visto de qué manera, con las huelgas, se rompe el ritmo escolar, con los consiguientes trastornos y efectos negativos para los alumnos. A veces, créanme, llego a dudar si en el fondo no habrá poderes ocultos interesados en que los alumnos no adquieran una formación que les capacite para pensar y educarse en valores, de modo que así sean más manipulables. En este sentido comprendo el deseo que algunos tienen de eliminar la clase de religión, porque, entre otras cosas, ayuda a pensar y a ser más libres y críticos. No me extraña que el sindicato y otras instancias estén tan interesados en su desaparición. De cara al próximo curso nos encontramos con un panorama incierto. Estaba previsto que comenzara a aplicarse la Ley de Calidad de la Enseñanza, aprobada para corregir los enormes fracasos de la LOGSE. Los nuevos gobernantes y algunas comunidades autónomas parece que no están dispuestos a ello. ¿Quién saldrá beneficiado de este incumplimiento? Sinceramente, creemos que cualquiera menos los estudiantes. Eso sí, su sindicato puede estar orgulloso de que finalmente triunfen sus tesis. Finalmente sugiero a todos aquellos que, siguiendo las directrices del Sindicato de Estudiantes desean una enseñanza mejor, para evitar efectos secundarios negativos, convoquen huelgas a la japonesa, es decir, en lugar de faltar a clase, vengan más horas al centro y estudien el doble. Si esto funciona, es que quizá tengan razón.

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