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Publicado por
FERNANDO ALLER
León

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LA NOCHE de su triunfo electoral, José Luis Rodríguez Zapatero recogió el guante de una persona que expresaba en tres palabras el estado de ánimo de quienes le habían votado: «No nos falles». Esa advocación extensible a toda España, y que fue la que según confesión propia más impactó en el ánimo del triunfador del 14-M, adquiere una relevancia especial en León, donde es mayor la confianza depositada en el nuevo presidente del Gobierno, a tenor tanto de las promesas realizadas como por del resultado electoral obtenido, con un vuelco espectacular respecto a comicios anteriores. Algunos varapalos han minado la confianza de los leoneses en la clase política. El chasco de Biomédica, la incertidumbre sobre la escuela de pilotos -que en ningún caso fraguará los empleos inicialmente prometidos por Aznar- y, en el mejor de los casos, la suma lentitud con la que se han desarrollado determinados proyectos en los últimos años, explican sobradamente el estado de escepticismo de los leoneses ante las promesas de los políticos. Esa realidad pone en valor la confianza manifestada en las urnas ante las promesas de José Luis Rodríguez Zapatero, hasta el extremo de haber quedado León como isla roja en un mar azul de noroeste español. Mucha confianza que no puede ser defraudada. La salutación que el Diario de León hacía ayer al nuevo presidente hay que enmarcarla en el mismo grado de exigencia y en la sensación natural de orgullo que provoca que a un paisano nuestro le quepa el honor de situarse al frente del Gobierno de España. Solamente en otras tres ocasiones alcanzaron la jefatura del Gobierno políticos de esta tierra, y en todos los casos por un corto espacio de tiempo y en circunstancias muy distintas a las que se dan ahora. El primero (en 1838) fue Bernardino Fernández de Velasco, Duque de Frías, miembro de una ilustre familia de la nobleza española y uno de los mayores terratenientes de la provincia. Más adelante, Manuel García Prieto fue presidente de gobierno dos días tras el asesinato de Canalejas y posteriormente mantendría una intensa actividad política en aquella etapa tan convulsa de la vida española de principios de siglo. Gordón Ordás fue presidente en el exilio de la II República (1.951-1.960). Un presidente que no gobernó. Pues bien, por encima de intereses partidistas, de legítimas aspiraciones de relevo y recambio, (en el Partido Popular leonés ya se habla de que ha comenzado la reconquista) estos momentos requieren de la generosidad de todos en pro de un objetivo común: superar la situación de agostamiento que se está registrando en León, con indicador es negativos en todos los órdenes y que se traducen, fundamentalmente, en pérdida de empleo y progresivo descenso de la población. Es duro que debido al dictado de las urnas algunos hayan perdido su empleo, su sueldo o simplemente la aspiración legítima que se ha visto truncada. Pero por encima de las situaciones personales, habrá que establecer siempre el beneficio general de todos. Y en ese objetivo, el desarrollo de León, no caben inhibiciones ni zancadillas. Para superar esta circunstancia hace falta una política de desequilibrio, actuaciones que compensen el olvido del Noroeste de España, una situación imputable en mayor medida al gobierno de Felipe González y no tanto a la gestión del PP en los últimos años, que en gran medida y de forma generosa ha pagado la deuda de infraestructuras en materia de comunicaciones de la que es acreedora la provincia de León, al igual que el resto de los territorios de esta parte del país. José Luis Rodríguez Zapatero es consciente de esta realidad y por eso en reiteradas ocasiones ha dicho que se abre una etapa para el Noroeste español. Adquiere, por tanto, un relieve especial el compromiso que Zapatero dejó plasmado en el mitin con el que abrió la campaña electoral, en el Pabellón de Deportes de León. Un decálogo de promesas que desde este momento, por la facultad de materializarlas, se convierten en exigencias inaplazables. No está de más recordarlas: Plan de choque para frenar la pérdida de población (30.000 personas en los últimos diez años) e impedir la emigración de los jóvenes. Un plan del carbón que contempla mantener el suministro actual como reserva estratégica, la producción que autoriza Europa con el fin de salvaguardar parcialmente la soberanía nacional en materia energética. El mantenimiento de la cuota de carbón no ha de obstaculizar la complementariedad de una política más decidida de apoyo a la creación de nuevas industrias en las zonas mineras. El Plan del carbón fue un hito alcanzado gracias a la movilización de la sociedad leonesa. Sin embargo, se ha demostrado que las millonarias ayudas no están sirviendo para crear los puestos alternativos al empleo que se destruye en las minas. Muchas ayudas se destinan a subvencionar inversiones no productivas y, cuando no, solapan las exigencias de otras administraciones en la financiación de gastos sociales. El desarrollo turístico, con un abanico de actuaciones para otras zonas, tendrá un referente especial en Villablino, donde Rodríguez Zapatero ha querido promover la construcción de un Parador Nacional desde el año 1999. La apuesta por las comunicaciones pasa también por la mejora de las infraestructuras aeronáuticas, aunque sin precisar si se trata de la ampliación de las instalaciones actuales de la Virgen del Camino o de la construcción de un aeropuerto totalmente nuevo y en un lugar diferente, que no esté encorsetado por las autopistas de Asturias y las futuras rondas de León, como en su día planteara el alcalde, Francisco Fernández. En materia de comunicaciones, se pretende agilizar los trámites y las obras de la carretera León-Valladolid y hacer de la Vía de la Plata (León-Sevilla) un eje fundamental para el desarrollo de un territorio tradicionalmente olvidado. Pero sin duda, los dos proyectos estrella, por lo que representan de novedad y por la expectación que suscitan, son la instalación en León del Instituto Nacional de Nuevas Tecnologías y en Ponferrada, la configuración de la Ciudad de la Energía. En ambos casos, se trata de dos referentes de ámbito nacional tan importantes por lo que significan en sí mismos, como por la atracción de empresas que pueden provocar. No han faltado voces escépticas que han recordado la frustración de la Escuela de Pilotos ante las dos promesas anteriores. Pero la realidad es que existe diferencias fundamentales. En el caso de la Escuela de pilotos, el compromiso final y el desarrollo corresponde a una empresa multinacional, la EADS, ajena al Gobierno, por más que España mantenga una mínima participación accionarial a través de la empresa pública CASA. Tanto en la creación del Instituto de Nuevas Tecnologías como en el referente de Ponferrada como centro de la energía, la responsabilidad corresponde en exclusiva al Gobierno, porque ambos proyectos se han de financiar con dinero público. El decálogo de Zapatero, por ambicioso, requiere tiempo para materializarse. Entre tanto, España comprende el orgullo que sin duda León siente en estos momentos de contar, más allá de banderías, con uno de los suyos, uno de los nuestros, en La Moncloa. Y desde esa complicidad: Suerte, presidente. No nos falles.

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