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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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ERA un hombre pequeñito que crecía cuando salía al escenario con su sombrero de ala ancha y su voz portentosa. Me recibió, humilde y amable, acompañado de su inseparable Dolores Abril, en las destartaladas instalaciones ya desaparecidas de la MSP donde aquel año de un siglo que se acabó se había instalado un recinto para conciertos llamado Zona 5, convertido poco después en zona residencial. Bajo un sol de justicia, en la desértica explanada de aquel solar, un puñado de pensionistas que esperaban la actuación del maestro corrían tras una furgoneta que la autoridad había dispuesto para arrojar su carga de sillas de tijera: impagable recuerdo de iconografía berlangiana. Fue una charla breve pero agradable en la que Juanito Valderrama contó la anécdota que luego escuché de su boca muchas veces en varias entrevistas, que estos días ha vuelto a ser recordada con motivo de su fallecimiento y que ha motivado ese oportuno envío de un ramo de flores a su funeral por parte del ayuntamiento ponferradino. «Yo estaba -me vino a decir- probando en el escenario del Teatro Bergidum para un concierto que hacíamos ese día cuando el guitarrista que me acompañaba hizo una filigrana con el instrumento; quédate con esa frase, le dije; y esa misma tarde compuse sobre ella el estribillo de El emigrante : adiós mi España querida que dentro del alma te llevo metía...». Valderrama, quizá el último ejemplar de intérprete de un género, la copla, al que muchos llegamos tarde y mal porque lo identificábamos, equivocadamente, con el régimen franquista. Guardo una foto de aquella tarde y algún vinilo de ese hombre pequeño y amable que un día, en un teatro de Ponferrada, compuso su canción más popular.

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