Un peligro contumaz

DICE la sabiduría popular que las cosas de palacio van con despacio. En el caso a que hoy me refiero, el despacio es mucho decir. Hace ya casi una década que fallecieron dos niños en un accidente en el cruce de la Ronda Este en Villaobispo de las Regueras. La consternación de entonces por la muerte de tan inocentes (en el doble sentido) víctimas hacía presagiar que no pasarían tantos años antes de que se llevara a cabo la aspiración de los vecinos de esa localidad, para que no tuvieran que jugarse el tipo cada vez que iban o regresaban de su casa. Pero como aquí nunca hay dos que piensen lo mismo, hubiera sido mucho pedir que todos estuvieran de acuerdo sobre cuál sería la mejor forma de solucionar el problema. Y así, mientras se decidía que si paso subterráneo o elevado, así como otras alternativas, el tiempo va transcurriendo y todo sigue igual. Bueno, igual no, porque en Villaobispo cada vez vive más gente y también cada día aumenta el número de vehículos que circulan por la Ronda Este, por lo que el problema sólo de estar ahí además se ha agravado. De vez en cuando llega a la prensa la enésima reunión y se comenta que en breve comenzarán las obras. Algo así sucedió en las elecciones del 2000. Y se abrieron zanjas en los días previos, como si fuera ya una realidad el nuevo cruce. Pero todo quedó en una especie de trincheras abiertas, con la tierra extraída al lado, en inservibles montones. Y nada más. Ha llovido mucho, e incluso nevado, y aquello sigue igual. Por desgracia continúan produciéndose accidentes. La noche del pasado lunes fue el último. Pero me temo que todavía hay muchas víctimas de ese lugar que están hoy ajenas a su futura suerte, mientras se espera que llegue Godot con el proyecto terminado y la maquinaria pesada entre a saco en el lugar para, de una vez por todas, acabar con el peligro latente que, con una frecuencia demasiado corta, se manifiesta en toda su crudeza.