Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LOS MINISTROS salientes del PP entregaron sus carteras a los ministros entrantes del PSOE en un ambiente que se califica de distendido, pero las tensiones iban por dentro. A la mayoría de los que se van, no digo a todos porque no sé si habría alguno deseoso de irse, les ha sentado como un rayo la sustitución, ya que no esperaban el vuelco electoral. Y a la mayoría de los que llegan, me parece que a todos sin excepción, su entrada en el Gobierno les ha sabido a gloria, ya que tampoco lo esperaban. En esa situación se comprende que los sustituidos hicieran un meritorio esfuerzo por contener la pena, para que no se les piantara un lagrimón y los sustitutos hicieran un esfuerzo, no menos meritorio, para reprimir sus ganas de saltar de alegría. Hay que agradecerle a los primeros su digna compostura y a los segundos que no se anudaran un pañuelo a la cabeza para no reírse. El relevo fue modélico y además no se perdió ninguna cartera de cuero escudada. Lo que ocurre es que hubo sonrisas parecidas a muecas, por un bando, y por otro hubo sonrisas exultantes, de esas que sólo podemos ver en los anuncios de dentífricos o en boca de los maitres de los restaurantes de cinco tenedores. Han imperado los buenos modales democráticos y se ha puesto de manifiesto que si bien todos los hipócritas no poseen una buena educación, todas las personas bien educadas son dueñas de una buena dosis de hipocresía. La vida social sería imposible sin esa cierta capacidad de fingimiento que nos hace decir «encantado de conocerle» cada vez que nos presentan a alguien que nos ha caído fatal a primera vista. Se compensa el desencanto de unos con el júbilo de los que están verdaderamente encantados de ocupar eventualmente un ministerio. Saben que no sólo van a perder su intimidad y a trabajar mucho, sino que también van a perder su puesto algún día y tendrán que cambiar de trabajo. Les compensa saber que sus hombres figurarán a pie de página, en letra muy pequeña, en algunos libros de historia.

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