DESDE LA CORTE
Patriótico, católico y sentimental
COMO SUELE decir algún periódico, «no se habla de otra cosa». Tertulias, crónicas y cenáculos han tenido un regalo en la figura de José Bono, ministro de Defensa. Zapatero acertó con su designación. En toda la militancia socialista no hay nadie que pronuncie el nombre de España con tanta convicción. No hay nadie que niegue los derechos sindicales a los ciudadanos de uniforme con tanto salero. No hay nadie que rechace hablar de los servicios de inteligencia con tanto desparpajo. Y, con la excepción del alcalde Paco Vázquez, no hay nadie que mande mensajes tan claros a los nacionalistas. Además, a Bono le gusta ser ministro. Estaba muy feliz en su Castilla-La Mancha del alma, pero lo suyo es un ministerio. Y más, el de Defensa, donde el poder se palpa en los desfiles, el taconazo, la banda de música y el a sus órdenes, señor ministro. Donde esté una cartera ministerial, que se quite una autonomía. Y donde esté el ministerio de Defensa, con sus tanques, sus aviones, sus galones, sus estrellas y, sobre todo, su disciplina, que se quiten las consejerías. Mandar a un almirante y a un teniente general tiene que ser la máxima aspiración del amante del poder. ¿Qué digo? Eso es el poder. El resto son filigranas. A Bono se le nota. Por eso quiso hacer una toma de posesión a la antigua usanza. Con todos los estamentos, como antes se decía. Con artistas, empresarios y otros representantes de la farándula. Con el Presidente de los Obispos, por si hay que bendecir el cargo. Con gentes venidas de Toledo y otras provincias manchegas, que siempre dan ambiente. Con alguna intelectualidad del rojerío, que lucen mucho en los actos. Y con periodistas que lo cuenten. Si ha sido Mariano Rajoy quien ha prohibido la presencia de dirigentes del PP, hizo bien. Ha sido una prohibición preventiva: se hubieran muerto de envidia ante tal manifestación de poderío y ante tal gozo de un socialista. Sobre todo, del socialista que tanto disfruta trayendo las tropas de Irak. Lo único inquietante es alguna interpretación fácil leída en los papeles y escuchada en la radio: que el discurso patriótico, católico y sentimental de Bono es una garantía. ¿Una garantía ante qué? Ante esos otros ministros, tan herejes, que no dicen el nombre de España y se entienden con rojos, republicanos, separatistas y otras especies de mal vivir. Este cronista, con toda la modestia, con toda la humildad que propone Rodríguez Zapatero, sólo espera una cosa después de ese singular diagnóstico: que la unidad de España no dependa del Ministerio de Defensa.