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FERNANDO ONEGA
León

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NO PASA NADA, la liga está ganada. Así gritan los graderíos del equipo campeón cuando está siendo goleado en el penúltimo partido. Y así han reaccionado los seguidores de la ortodoxia constitucional al saber que el TC rechaza («inadmite») la impugnación del Gobierno del PP al Plan Ibarretxe. La Liga está ganada, es cierto, aunque hayan encajado este gol, porque cuando ese Plan sea un proyecto aprobado en el Parlamento vasco, el mismo Tribunal lo declarará contrario a la Constitución. Un centenar de razones, apuntadas en su día por el ministro Michavila, anticipan ese resultado. Pero algo sí pasa. Pasa que la parte jurídica del último gabinete Aznar recibe un varapalo. Pasa que el nacionalismo recibe un empuje judicial que le hará sacar pecho en su senda soberanista. Pasa que es castigada una parte de la ofensiva del Estado contra un proceso que tiene muchas intenciones secesionistas. Y pasa que no tranquiliza nada saber que los servicios jurídicos del Gobierno han presentado sus alegaciones sin tener presentes las opiniones contrarias de juristas que nunca vieron clara la impugnación. Es decir, que pasa mucho. El gobierno Aznar, a diferencia del Cid, no gana batallas después de muerto. Las pierde. Las desgracias nunca vienen solas. ¿Qué va a ocurrir ahora? Es evidente que se abre un nuevo escenario. El Plan Ibarretxe va a ser discutido en el Parlamento Vasco con toda legitimidad. Y esto obliga a mucho a los partidos socialista y popular. Les obliga a participar en el debate. Tienen que hacérselas llegar al ciudadano. De su ausencia sólo se derivará una consecuencia: la imagen de inhibición. Esto es tan elemental que no habría ni que escribirlo. Pero hay todavía más lecciones. El PP, que sigue siendo fuerza política de referencia, tiene que cambiar algunas de sus actitudes. No parece lo más adecuado para el futuro ni para el crédito de las grandes instituciones ponerse a lanzar sospechas sobre la influencia del cambio de gobierno en el auto del Constitucional. En cuanto al gobierno socialista, tampoco parece lo más acertado situarse a la defensiva en la seguridad de que el plan sigue siendo contrario a la Constitución. De acuerdo: lo es. Y así será sentenciado algún día. Pero las batallas políticas no se ganan sólo en los tribunales. Se ganan también, o sobre todo, en el debate de las ideas. De poco servirá una sentencia que anula el Plan si la sociedad vasca cree, en su mayoría, que es bueno para la convivencia. En ese caso, el TC habrá evitado una riada. Pero no que siga lloviendo.

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