DESDE LA CORTE
Visto bueno de la Corona
¡QUÉ BIEN nos salen las solemnidades! Salen redondas, resultan perfectas, merecen ser televisadas. Ayer, por ejemplo. Los Reyes y la Familia Real acudieron al Congreso a inaugurar la octava Legislatura, y no falló un detalle. Allí estaba Ibarretxe, al lado del Presidente del Constitucional, ya es casualidad. ¡Y qué bien aplaudía a Su Majestad! Aplaudía como si no fuera el autor del Plan que lleva su nombre. Y estaban también los diputados de Esquerra. Un día antes, como buenos republicanos, habían intentado un plante, para no respirar el mismo aire que Don Juan Carlos. Y estaba el gobierno reluciente, estrenando banco azul. Y los fotógrafos dudaban entre inmortalizar a Letizia Ortiz en sede parlamentaria o quedarse con el Lehendakari en las Cortes de España. Todo quedó muy aparente, con sus discursos y sus aplausos. Las solemnidades nos salen bordadas. Más allá de estas estampas de postal, ocurría algo importante. No se ponía en marcha una legislatura normal. Se respiraba un cierto aire constituyente. Por lo menos, un aire de las anunciadas reformas de la Constitución y de los Estatutos de Autonomía. Y lo más notable, esto: la Corona le ha dado el visto bueno. Ese me parece el significado profundo de sus medidas palabras cuando habló de «eventuales adaptaciones» o cuando pidió «respetar la pluralidad, conciliar y armonizar los intereses». Antes de las palabras del Rey, había hablado Manuel Marín. Y, como es natural, fue mucho más explícito. Si a él le corresponde «marcar la tarea» de estos años, ahí queda su aviso de que viviremos «grandes momentos». De esta forma, el horizonte de reforma constitucional, presentado por el Ejecutivo, recogido por el Legislativo y amparado por el Rey, puede comenzar su camino. Sólo se marcan dos condiciones obvias: la prudencia y el mismo nivel de consenso del año 78. Los destinatarios de la autorización condicionada de la Corona son los diputados. No podemos olvidar que el segundo grupo en importancia es el PP. Y tampoco que su líder actual, Mariano Rajoy, no se ha mostrado partidario de ninguna reforma en la sesión de investidura. Al revés: le ha enseñado los dientes a Zapatero, insinuándole que no podría hacer nada sin contar con él. El PP ya no puede negarse en redondo. A las «eventuales adaptaciones», porque hay una cobertura real. Y en otro sentido, a las reformas de estatutos, porque su partido las defiende en Canarias y en Galicia. Sólo le queda convertirse en garante del «sentido del límite», que dijo Manuel Marín. Y ustedes me entienden.