EL RINCÓN
Nuestras deudas
LOS ESPAÑOLES de a pie, los ciudadanos que andan a diario por la calle, que suelen tener coche, se dividen en dos grandes grupos: los que le deben dinero a los Bancos y los que le deben dinero a las Cajas de Ahorro. La deuda flotante nos tiene con el agua al cuello, pero confiamos en levantar cabeza. Sumadas todas las trampas, resulta que cada compatriota, bien entendido que unos con otros, debe 18.653 euros, que son muchas pesetas, no sé cuántas porque en este momento no tengo a mano la maldita máquina traductora, plana como un billete. Se me ha debido de traspapelar o quizá se haya escondido, avergonzada. Según el Banco de España, que es el padre de todos los Bancos, al final del año 2003, que en paz descanse, las familias españolas acumulaban unas deudas de 761.927 millones de euros. Una cantidad que en muchos casos les impide el descanso, ya que provoca insomnio. En otros no, porque ya sabemos que el dinero sólo preocupa a quienes piensan pagar sus compromisos monetarios. Una de dos, decía Courteline, que no era ningún sablista: o quien me prestó dinero ya no recuerda que me lo prestó o cree que no lo recuerdo yo. Lo malo es que tanto los Bancos como las Cajas tienen una memoria feliz y ese privilegio hace desgraciada a mucha gente. Se dice que la culpa del endeudamiento de los hogares españoles recae, más que en cualquier otra cosa, en haberse atrevido a comprar un hogar. El precio de esos boquetes, rodeados de otros boquetes, que llamamos pisos o más bien pisitos, se ha disparado y tiene malheridas a muchas personas que no se resignaron a vivir en la intemperie. El día en el que se termina de pagar la hipoteca de la casa, baja el gasto en somníferos. Creo sinceramente que si el estado de cuentas de los españoles atraviesa momentos tan malos es porque antes los Bancos y las Cajas sólo le prestaban dinero a quienes demostraban que no les era necesario y ahora se lo prestan a todo el mundo. Incluso a las personas que demuestran que les hace mucha falta.