EN BLANCO
Tiro al porro
EL MUNDO al revés: los pajaritos disparando a las escopetas, George Bush razonando con cordura y Aznar mostrando un gesto amable. Semejante marco de sensatez, o de insensatez, se extiende según Umberto Eco a la Mona Lisa, el enigmático personaje retratado por Leonardo da Vinci en el cuadro más famoso de la pintura mundial. Llevado por su eterna voluntad de ir a contrapelo, el escritor italiano afirma que si bien la Mona Lisa estaba como para rebañar, pudo ser un travestí de pelo depilado en pecho. Aunque muy frecuentemente la gente no es lo que parece, resulta muy feo que a estas alturas del partido se aireen las vergüenzas de la pobre Mona Lisa, al fin y al cabo una cuestión entre ella, o él, y el Creador. Misterium tremens que deja chico a la peripecia del «Gloria», el buque escuela de la Marina colombiana donde se ha encontrado un alijo de droga que incluía, en cantidades industriales, todo el muestrario que suelen ofrecer los beneméritos suministradores de productos para alucinar. Hasta ahora creíamos que el Ejército era el gendarme del sistema secular, craso error que debemos adecuar a las nuevas circunstancias. Las Fuerzas Armadas de tan pintoresco país siguen, y a los hechos me remito, una disciplina castrense muy distinta a la que conocemos por estos lares. Cuando el oficial brama: «¡A colocarse, arr!», la marinería echa mano a sus vituallas y, entre humos aromáticos, se extiende entre el personal un maravilloso atontamiento que poco tiene de ardor guerrero. Agasajo postinero que se repite con el resto de las prácticas, como el «tiro al porro», realizadas entre himnos de connotaciones casi piratas como ese «de babor a estribor, con la coca voy mejor». Lo curioso del caso es que, a diferencia de España, las oficinas de reclutamiento colombianas presentan colas kilométricas. ¿Por qué será?