EL RINCÓN
El tramo final
LA VEJEZ se soporta, tan doliente y a veces tan larga, mientras se pueda ir solo al retrete. Si nos tienen que llevar, es mejor que nos lleve una de las tres Parcas. Cualquiera de ellas, ya que todas visten túnica blanca y ninguna se caracteriza por tener una simpatía arrolladora, aunque Atrope era la más temida por los griegos. Al parecer es la más baja de estatura y la que tiene más mala leche. Dos millones y medio de españoles son el objetivo del Sistema Nacional de Dependencia que va a ponerse en marcha de un momento a otro: en cuanto se descubra el modo de financiarlo. Las grandes ideas necesitan grandes recursos económicos para que pasen de ser un proyecto a ser una realidad y eso de atender a todas las personas que no pueden valerse por sí mismas vale mucho dinero. Los compatriotas que han cometido la imprudencia de envejecer, si además tienen alguna incapacidad, se convierten en extranjeros sin papeles. En general, están al cuidado de la familia, pero no contribuye esa tarea a la felicidad ambiental. Familia que cuida unida es fácil que se desuna. Las personas mayores hemos ido acumulando una serie de manías y entre ellas la más notable es la de no aceptar la serie de dejaciones que impone la edad. Cuando uno se da cuenta de los viejos que están sus condiscípulos ha dado un gran paso para comprender su estado actual. En cualquier caso, la frontera oficial de los 65 años se ha quedado muy antigua. Eso era válido para nuestros abuelos. Antes se duraba menos. Los materiales eran idénticos, pero se había progresado muy poco en las tareas de conservación y apuntalamiento. Lo malo es sufrir esas discapacidades que se añaden a la que supone el peso de los calendarios. Muchas personas no pueden caminar, ni desplazarse en transportes públicos. Otras no pueden vestirse, ni lo que es peor, tampoco pueden desnudar a nadie. Intentar ayudarlas en esa etapa final es la misión que se propone el Sistema Nacional de Dependencia. Lástima que dependa del dinero.