Diario de León

DESDE LA CORTE

El funcionario que hizo de Dios

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FERNANDO ONEGA
León

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HAY POR AHÍ un papel de la Generalidad de Cataluña que se cree Dios: divide a los periodistas en buenos y malos. Los periodistas nos hemos escandalizado mucho, quizá porque pensamos que los dioses somos nosotros. Es decir, los únicos que podemos dividir a los demás en buenos y malos. Todos los días subimos al cielo a ciudadanos públicos y condenamos a otros al fuego eterno, de la eternidad que dura la vigencia de una crónica. Se establece así una relación muy atractiva. Los criticados nos consideran hostiles y nos sitúan en las filas contrarias: no somos gentes de fiar. Los medios en que trabajamos son poco democráticos, sagaz conclusión a que llega el redactor del panfleto catalán. Nada nuevo: hace años, un alto cargo del gobierno González defendió la necesidad de que los empresarios abrieran sus consejos de administración a los sindicatos, para que hubiera más democracia informativa. De este modo surgen las temidas, horribles, dictatoriales listas negras. ¿Existen de verdad? ¡Claro que existen! Forman parte de la esencia de los gobiernos. Lo que ocurre es que llevan otro nombre. En TVE, por ejemplo, los díscolos hacia el PP estaban identificados como el comando Rubalcaba y no redactaban una noticia. Ahora creo que las redactan todas. En toda cabeza de ministro, consejero, jefe de prensa u ordenanza existe una relación de plumíferos que «no son de los nuestros». Pero sólo en la cabeza. Si esa relación se pasa a papel, hay mucho infiltrado de la oposición en las covachuelas que la filtra. Y, si la filtra, se oye un ruido parecido al del escándalo. Es lo que ocurrió con ese jorobado informe. El funcionario que lo redactó es definitivamente tonto. Se nota que es nuevo, tan ingenuo como la ministra de la rebaja del IVA de los discos. Cuando se hacen juicios de valor sobre colectivos, aunque sean tan deleznables como los periodistas, ha de aplicarse el principio general que a tantos nos arruina: el que escribe, se proscribe. Pero a mí me intriga otra cosa del dichoso papel: hay nombres que no salen. Multitud de nombres de redactores, analistas, reporteros, columnistas, incluso tertulianos, que no se mencionan. ¡Dios mío! ¿Serán neutrales? ¿Serán objetivos? ¿Qué hacemos con la prensa objetiva? Los buenos, al cielo; los malos, al infierno. Pero, ¿qué hacemos con los imparciales? Y algo más terrible: ¿será verdad que existen? Y, si existen, ¿qué hacemos con ellos? ¡Ése sí que es un problema para un gobierno! Que nadie se dé por aludido: sólo estoy pensando en el gobierno catalán.

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