La nave de locos

LA CRUZ ROJA Internacional sabía desde hace siete meses que en las cárceles de Irak, en la de Abu Ghraib sobre todo, los soldados norteamericanos torturaban salvajemente a los prisioneros. Así lo ha hecho saber a raíz de la publicación de las fotos que desvelan esas atrocidades, e incluso sus portavoces han añadido que las sevicias son en realidad mucho más crueles. ¿Por qué la Cruz Roja Internacional no lo denunció antes? ¿Para qué cree esta organización humanitaria que visita las cárceles, si no es para supervisar las condiciones de reclusión de los detenidos y, si estas se atienen a los convenios internacionales y al propio principio de humanidad, para mejorar esas condiciones mediante su denuncia? El trato de las potencias invasoras a los prisioneros iraquíes, la mayoría inocentes de todo delito, constituye una bofetada al principio de civilidad que las dichas potencias dicen representar y defender, pero también revela el profundo desprecio que el pueblo de Irak inspira a los ocupantes extranjeros. Tanto desprecio como la vida y la dignidad de los secuestrados en la base norteamericana de Guantánamo desde hace más de dos años, cuya tortura permanente apenas ha merecido reproche de los estados de la comunidad internacional. Esos hombres desnudos, maniatados, asfixiados por las bolsas de plástico que les cubren la cabeza, arrastrados por el suelo, obligados a representar entre ellos escenas sexuales, golpeados, orinados, exhibidos como trofeos de caza por sus captores, simbolizan mejor que ninguna otra cosa la deriva de la nave de locos en que se convierte el mundo cuando va pilotando por indeseables. Guerra cobarde hasta el final, los soldados que los petroleros envían para asegurar su botín se entretienen humillando a quienes, despojados y desnudos, no se pueden defender.