Diario de León

TRIBUNA

Sobre gustos no hay nada escrito

Publicado por
JESÚS SILVA GARCÍA
León

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IGNORO si a Don Enrique Saíz Martín, director general de Patrimonio y Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León, le gustan o no los cubos del Museo Minero de Sabero. A mí, ni me gustan ni me disgustan; pero sí estoy en total desacuerdo con su ubicación, que destroza el conjunto monumental de la Ferrería de San Blas. Dicen Julio M. Vidal Encinas y José Carlos Álvarez Ordás, en un excelente trabajo publicado en Tierras de León , n.º 115, con el título La protección del patrimonio arqueológico industrial en la provincia de León: el caso de la Ferrería de San Blas , en Sabero: «El edificio C impide, de forma casi absoluta, la contemplación de su hastial occidental... Además, al interponerse entre aquélla y los altos hornos, soslaya la comunicación que existió y, hasta hace bien poco existía, entre ambos, imprescindible en el proceso de fabricación del hierro... En segundo lugar, el edificio B, al adosarse al costado de la ferrería prescinde, también, del aprecio que tiene, creemos, su contemplación, especialmente el espléndido pórtico abierto en la nave lateral norte: su recorrido perimetral y el valor que para estar tiene todo este espacio aledaño, parece uno de los elementos mayores a recuperar, para aumentar el valor de este singular monumento... En nuestra opinión, teniendo en cuenta que el conjunto de San Blas lo constituyen varios y relevantes edificios -no sólo la nave de la ferrería-, debería haberse vislumbrado la posibilidad de recuperarlos para el monumento, otorgándoles el destino que merecen, tanto por razones de comprensión del mismo, como para proveer los necesarios servicios que precisa: la Casa de Máquinas, la Casa de la Dirección, hubieran podido constituir inmejorables dependencias museísticas». Después de releer estos comentarios, mi gusto no difiere demasiado del expresado por los autores del trabajo. Es más, coincide plenamente con el suyo. Esto me hace pensar que, tal vez, lo mejor sería proceder a la demolición de los cubos y replantearse de nuevo el proyecto. Pero, por encima de la estética y de los gustos, existen varias cosas que no pueden someterse a criterios personales. Tales como: 1.º. El respeto al patrimonio arqueológico industrial del valle de Sabero, obviado por la Junta desde el comienzo del proyecto museístico. 2.º El cumplimiento de las leyes -en este caso, la Ley de Patrimonio Histórico de Castilla y León-, vulnerada por el proyecto en varios de sus artículos. 3.º El cumplimiento de la palabra dada y de los compromisos adquiridos. («Toquero Mateo ratificó el compromiso de la Junta de Castilla y León de llevar a cabo la construcción del Museo Regional de la Minería y estar finalizado para el año 2000 como había prometido la Consejera de Economía y Hacienda, Isabel Carrasco». Diario de León, 27 de diciembre de 1998). 4º. El respeto a la ciudadanía -leáse a las gentes del valle de Sabero- que, campaña electoral tras campaña -municipales y autonómicas-, escuchan las mismas promesas sobre la finalización de las o bras del museo. En estos cuatro aspectos, la Junta de Castilla y León ha dado, durante los últimos diez años, y sigue dando un claro ejemplo de cómo se ejercen los gustos personales. Desde las declaraciones incumplidas de doña Isabel Carrasco hasta nuestros días podemos resumir lo acontecido en la siguiente frase, recogida del manifiesto de la asociación y amplios sectores de la población hemos presenciado con incredulidad como el proyecto marchaba a la deriva: «Estancado en un laberinto burocrático, falto de recursos, utilizado como argumento de proclamas electorales y sirviendo de pretexto para cometer una gravísima agresión a nuestro patrimonio monumental». Para poner orden en el proyecto del Museo Minero de Sabero sería imprescindible el reconocimiento de los propios errores por parte de los responsables de la Junta. El primero de ello, fue la construcción de los cubos sin la existencia previa de un proyecto de musealización que, por cierto, sigue inédito. Esto explica frases como la del señor Saíz Martín al referirse a los cubos : «No es el momento de hablar sobre si es necesario demolerlos o no» e incluso afirmo que «hay que aprovecharlos» (Diario de León, 1 de mayo de 2004). La pregunta es: ¿Para qué? ¿Qué es lo que se va a musealizar? Llegados a este punto, vuelvo a hacer mías las palabras de Julio M. Vidal Encinas y José Carlos Álvarez Ordás sobre el proyecto del Museo Minero: «Estimamos que debería abrirse un debate acerca de la conveniencia o no de reconsiderar ciertos planteamientos del mismo, especialmente la exclusividad que atribuye a la minería del carbón, frente al significado originario de la ferrería. No se trata de cambiar un protagonismo por otro, sino de atribuir a cada aspecto que rodea al monumento -el hierro y el carbón- el papel que cada cual tuvo en la historia reciente del valle de Sabero y, en el caso del segundo, presentarlo al público en sus instalaciones mineras originales, que abundan por doquier, tan necesitadas como están de conservación». Si hacemos uso de las hemerotecas, creo que es fácil comprobar, señor Saíz, que todo lo ocurrido alrededor de ese proyecto no es una simple cuestión de estética y de gustos sino de ética. Y ésta no ha estado presente en el devenir del mismo desde sus inicios. Para terminar, rogaría que, cuando se hable de los cubos , no se volviese a utilizar la frase: «Su estética es una cuestión de gusto personal». Todavía estoy intentando olvidar la que pronunció don Ángel Escuredo -en el Congreso de los Diputados- en respuesta a doña Amparo Valcarce que defendía una proposición no de ley sobre la restauración de la ferrería de San Blas: «Lo que usted dice de que los restos arqueológicos son importantísimos, para otros pueden ser unos ladrillos que no tienen demasiada importancia». Espero y deseo que no sea usted, señor Saíz, integrante de este último grupo. Y, es que, efectivamente... sobre gustos no hay nada escrito.

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