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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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SEGÚN ÓRDENES del Alto Mando, en este caso el Altísimo, la Iglesia católica ha decidido realizar un alarde de eficacia e invita a los fieles descontentos a denunciar cualquier tipo de anomalía que acontezca durante las misas, esas vivencias religiosas plenas de devoción y distinguidas por un carácter sobrio y austero. Puesto que el error y la demasía no tienen derechos, y menos en el ceremonial cristiano, el Vaticano acaba de presente un importante documento, el «Redemptionis sacramentum», donde se regula el místico tramite de la Eucaristía hasta en su menor detalle. Vivimos en una sociedad resignada, sin ningún sentimiento de lo trágico, así que resulta algo habitual, y pernicioso según la estricta encíclica de Juan Pablo II, omitir la citación del Papa o del obispo correspondiente, celebrar el acto sólo con la estola y pasarse el plato con la hostia o el cáliz con el vino, algo habitual en las bodas y similar, en opinión de los mandamases católicos, al tapeo fino de una «cena común». ¡Por Dios y los doce Apóstoles!, ha exclamado con indignación el sumo pontífice, decidido a atajar semejantes abusos e imposturas. Tras llevar a cabo una especie de estudio de mercado, analizado luego con la meticulosidad del más puntilloso director de escena, Juan Pablo II se ha horrorizado ante una suma de excesos que resultan, a efectos de la ortodoxia, peor que ver a Judas comprando sogas. Por lo tanto, con la intención de reafirmar a las misas católicas como esos eternos rituales que invitan a la meditación más íntima y sosegada, la primera medida consistirá en introducir un libro de reclamaciones donde los fieles puedan denunciar directamente todas las tropelías heréticas cometidas en los templos. Algo justo y necesario, pues al fin y al cabo es la voluntad de Dios. 1397124194

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