Quién tiene la panacea

HAY DÍAS que le apetece a una poner un poco de humor a la vida, y la verdad no sabe cómo. De aquí en adelante encontrará páginas con más penas que alegrías, y lo del al mal tiempo buena cara se pone difícil en inviernos tan largos como éste. Pero siempre hay que buscar un hueco por el que pueda colarse el sol. Así le va a este León que ya tiene dónde tirar sus basuras con el espíritu aséptico que requiere la modernidad. y que planea grandes centros de congresos, con inversiones multimillonarias, mientras se arrinconan antiguos proyectos más cutres, pero que también costaron sus buenos dineros al erario público. Ya no sabemos cómo atraer empresas y riquezas. Por aquí y por acullá se asfaltan polígonos industriales a la voz de ¡hace falta suelo!, que parecía la canción del verano de los últimos años. Quizá habría que plantearse que lo que hace falta son proyectos empresariales. Lo que está claro es que no sirve aferrarse a los buques insignias históricos de la industria provincial, que hace tiempo hicieron agua. Ahí está el caso sangrante de Antibióticos, que más que la historia interminable del querer y no poder parece el proyecto inconfesable de rentabilizar los coletazos finales de lo que fue y parece que ya no será más. Más valdría pedir cuentas de por qué no han llegado aquellas promesas como la instalación en la provincia del puntal tecnológico de Ebro Puleva, que se firmó hace ya años con la Junta. Aquí, por firmas y fotos, que no quede. Iba a ser el germen del parque empresarial-científico (si no se sabe muy bien cómo llamarlo, mal se podrá adivinar su futuro). Y es un papel y un acuerdo con la Universidad del que no hemos sabido más. Así podríamos ir repasando otros muchos proyectos que se anunciaron a bombo y platillo, congregaron a grandes grupos de trabajadores en busca de un refugio laboral seguro y se quedaron en agua de borrajas. Mientras, mucho empresario local sigue su labor callada y productiva. ¿Dónde está la riqueza de León?