EN BLANCO
Duro por dentro
EN OPINIÓN de Dalí, el Ser Supremo se había equivocado al crear al ser humano: le hizo blando por fuera y duro por dentro. Demasiado duro por dentro. Y aunque el espíritu burlón del genio de Figueras le forzara a añadir que por esa razón él amaba el marisco, duro por fuera y tierno y exquisito por dentro, su aguda y breve descripción del hombre no pierde por ello un adarme de lucidez. Demasiado duro por dentro. También las creaciones del hombre, casi todas sus creaciones, son así, incluso las adscritas a los géneros más sensibles: la cultura, el arte, la política... El diseño, las exposiciones, los debates, los conciertos, el lema oficial de encuentro de culturas, todo eso remite a lo civilizado, a lo suave, a lo cordial, a lo amable, pero el corazón oculto que bombea la sangre del evento se desvela duro como el diamante: prohibición de introducir alimentos, siquiera unos bocadillos, al recinto, que ofrece su monopolio de restauración a precios altos; prohibición de salir momentáneamente del recinto y volver a él con la misma entrada del día; posibilidad de instituir el ominoso sistema de pulsera o el tampón discotequero para resolver el problema anterior; precios antipopulares para asistir a los debates que, en teoría, confieren algún interés al Fórum, y que oscilan entre los 30 y los 450 euros; inquietantes sospechas de un trasfondo especulativo-inmobiliario... Tal se revela el interior del blando suceso: mercantil y duro. Los jubilados y los niños, únicos visitantes potenciales y fijos entre semana, no pueden llevar su comida ni hacer otra cosa que reventarse los pies de un lado para otro: no es para ellos, al parecer, el exquisito menú cultural del Fórum, la sofisticada suavidad de sus viandas culturales. Es, por dentro, demasiado duro para ellos.