EL RINCÓN
De gran duración
SIEMPRE hablamos de «esperanza de vida», ya que consideramos que vivir es un bien, pero algunos, los torturados por el ejército americano en Irak, por ejemplo, hablan de esperanza de muerte. Es lo mejor que les puede pasar cuanto antes. También nuestros clásicos hablaron de la muerte como liberación. («Hálleme prevenido y no asustado: mi vida acabe y mi vivir ordene»). Todo depende de cómo nos vaya. Los españoles estamos prolongando nuestra residencia en la tierra más que nunca y, a falta de otras plusmarcas, hemos llegado a ser el quinto país del mundo donde tardamos más en adoptar la horizontal, que es la más duradera de las posturas. La llamada «esperanza de vida» está, unos con otros, en los 79,6 años, pero no unos con otras, ya que los varones se ausentan a los 76,1 años y las mujeres dilatan su despedida hasta los 83. Sigue siendo vigente por lo tanto eso que decía Ramón Gómez de la Serna de que todo español pasea, a la vez, con su esposa y su viuda. No se sabe hasta cuándo durará esa injusticia. La cuota femenina debe establecerse para todo y ahora las mujeres trabajan, fuman, beben y participan en los asuntos públicos en idéntica proporción que los hombres. Su trabajo les ha costado, para nuestra vergüenza, esa igualación. ¿Por qué no se mueren más o menos a la vez? Pero, a lo que iba. Somos ya el quinto país del planeta donde sus habitantes se muestran menos impacientes por subir al cielo. El récord absoluto lo ostentan los japoneses, que aspiran a llevar muchos años de jubilados para venir a hacer cola frente al Museo del Prado. En África se suele durar muy poco. Es raro el que llega a los cuarenta y no tiene sida. Somos muchos los que deseamos vivir mientras podamos ir solos al cuarto de baño. En mi caso, no quisiera dejar de fumar definitivamente hasta presenciar la caída del precio de la vivienda, que va a ser «brutal» según la OCDE. Va a haber pisos baratos para todo el mundo. Y además todos muy céntricos.