TRIBUNA
Acorazado «Potenkim»
RESULTA dificultoso argumentar frente a alguien que, a priori, se «acoraza» detrás de un apelativo tan inquietante como el de «Colectivo Potenkim», cargado, además, de reminiscencias bélicas. No obstante, me encuentro en la obligación de responder al artículo publicado el 4 de mayo y firmado por el citado colectivo, por alusiones y, sobre todo, para aclarar ciertos conceptos que parecen haber quedado un tanto imprecisos, al menos para ese Colectivo, en mi artículo El hecho religioso y la escuela laica , publicado en ese Diario el martes, 13 de abril pasado. En rigor, y para comenzar, el vocablo laico, no es sinónimo de ateo, como ustedes interpretan. Ese término, aplicado, en este caso, a un modelo de educación, significa impartir una enseñanza independiente de toda influencia religiosa, una educación secularizada, dentro de un Estado y de una sociedad también laicos y aconfesionales, es decir, no re-ligados, (que eso significa la palabra religión, re-ligazón, doble atadura), ni supeditados a ninguna confesión religiosa y que contempla en su articulado nuestra Constitución. Por supuesto que en una sociedad laica tienen cabida todas las creencias y confesiones religiosas habidas y por haber, en una coexistencia fraternal, tolerante, ecuménica, respetuosa, democrática, y el deber y obligación de un Estado laico ha de ser el de garantizar el libre ejercicio de las actividades de todas las religiones existentes en dicho Estado, siempre que no atenten, claro está, contra derechos y libertades individuales o colectivos. Justamente lo contrario de lo que sucede en los Estados teocráticos, que identifican religión y poder y que precisamente por ello, a lo largo de la historia y aún ahora mismo, existe beligerancia, odios y muerte entre pueblos hermanos por antagonismos político-religiosos. Esta situación, que no es nueva en nuestro país, de religiones coexistiendo en libertad, sin que ninguna de ellas sea estatal, es lo que proponemos todos los que defendemos el modelo de educación laica, y mucha el ateísmo, como ese Colectivo interpreta. Lógicamente, en una sociedad plural, multirracional, integrada por diversas etnias y credos, como ya es la nuestra, la enseñanza y la práctica de esas diversas confesiones han de estar atendidas por cada uno de esos colectivos y en sus lugares de culto correspondientes, pero no en el ámbito escolar estatal, laico y aconfesional, que no ateo), y que precisamente por serlo, implica un total respeto a la pluralidad de creencias de todos los alumnos, como ciudadanos libres que son. Otra cuestión, respondiendo a «Potenkim»: reseñar una cita textual, de cualquier autor, de cualquier libro, aunque éste sea la Biblia, no es hacer exégesis de ese texto o textos, sino simplemente citarlos. Por otra parte, cuando aludía en mi artículo a la situación en Tierra Santa, me estaba refiriendo lógicamente al conflicto palestino-istraelí; asimismo, cuando hablaba del paraíso terrenal, estaba haciendo alusión a la masacre de los yankis contra Irak. Que no es confundir Tierra Santa con el Paraíso, según la lectura que ustedes hicieron del texto; son dos conflictos, dos tragedias, dos lugares sagrados, dos historias distintas aunque idénticas en su dramatismo y próximas en su geografía. Sigo: no es necesario derribar ninguna catedral, ninguna mezquita, ningún símbolo, como ustedes aventuran. Bendita desobediencia y bendita rebelión de las religiones frente a sus libros sagrados, merced a la cual nos legaron todo un patrimonio artístico y cultural, de todas las épocas, de todos los estilos y del cual podemos hoy gozar los amantes del arte, de la historia, de las tradiciones, de los valores y de los goces estéticos. Una contradicción más, en este caso muy positiva, que nos han aportado las diversas religiones. Una cuestión más: nadie pretende eliminar la religión del pluralismo ni de la libertad ideológica, como ustedes, en su tan especial lectura, interpretaron en mi aludido artículo, sino situar la enseñanza de la religión, de todas las religiones, en el contexto que por derecho le corresponde, es decir, fuera del currículo escolar, en todos sus niveles. Siento decepcionarles, señores de «Potenkim» al puntualizar que el término «holístico» no encierra relación alguna con el caduco marxismo, como ustedes pretenden. Más bien son términos y por tanto concepciones filosóficas absolutamente antagónicas. Una visión holística de la realidad implica considerar el universo y la vida con un todo, como una globalidad, en la que intervienen también los aspectos sutiles, espirituales, transpersonales, cósmicos y hasta divinos, podríamos colegir. Nada más ajeno y alejado del materialismo dialéctico y del materialismo histórico. Cuando hablo de los valores que interesan y mueven hoy a la juventud, no estoy diciendo que deban ser esos que enumeraba en mi artículo, sino que son, para bien o para mal, los valores que ellos mismos, los jóvenes, han elegido para si mismos, frente al vacío que el entorno les oferta. Pero debo añadir que esta sana y madura juventud, que sabe divertirse a su tiempo y a su modo, también sabe abarrotar las aulas durante la semana, llenar las bibliotecas, estudiar, investigar, trabajar, asistir masivamente a cuantas actividades culturales se les oferten, como enriquecedor complemento de su formación académica oficial. Una juventud que vive el presente, sin, por ello, dejar de enfocar su futuro, su porvenir, casi siempre vislumbrado como algo inestable, inseguro, incierto, tal y como la sociedad se lo ofrece. Para terminar con el escrito de «Potenkim»: ni los Evangelios canónicos, ni los apócrifos, ni los gnósticos modifican un ápice los preceptos del Decálogo veterotestamentario, aunque, eso sí, la jerarquía católica los adapta, los modifica, los tergiversa según sus intereses, en cada versión de su Catecismo, cayendo así en la osadía de enmendarle la plana al propio Dios. Les invito, señores de «Potenkim», a efectuar una atenta y pausada lectura de los textos bíblicos; se llevarán grandes sorpresas y algún que otro «susto». Si mi artículo anterior les ha producido a ustedes «miedo» o «terror», según afirman, por mis opiniones, dada mi condición de docente, para su tranquilidad puedo explicarles que «docente», «profesor», «enseñante», «maestro»¿ no son sinónimos de esclavo ideológico. Educar en libertad no es educar para la anarquía. Educar en libertad significa transmitir valores auténticos, positivos, proyectados siempre hacia el progreso social y la autorrealización personal de los alumnos como seres libres y responsables, en este siglo XXI y en un proceso tan acelerado de cambios que es imposible saber si esos valores que se fomentan hoy les van a servir a nuestros jóvenes mañana. La realidad, la sociedad, la vida, tiene su propia dinámica, siempre cambiante, siempre imprevista. Pretender transmitir valores periclitados, caducos, a nuestra juventud sería un absurdo. En definitiva ellos mismos, los jóvenes, irán adquiriendo, asumiendo y, en su caso, modificando su propia escala de valores en su vital deventir. No otra cosa sino esto, es ese misterio que denominamos vida, que llamamos vivir.