Centro amplio

RESULTARÍA muy difícil encontrar actualmente en nuestro país o en cualquier otro de su entorno algún partidario de la colectivización de los medios de producción. En muy pocos años han desaparecido o se han esfumado como por arte de magia los seguidores de la ortodoxia socialista. Nadie pretende ya la supresión de la propiedad privada y casi nadie se refiere en la actualidad a la consabida explotación del hombre por el hombre. La caída del muro de Berlín cambió por completo los ideales de la izquierda que, a partir de entonces, se refugiaron en difusas apelaciones a la solidaridad combinadas con algunos mensajes de carácter ecologista y pacifista. Tampoco los defensores del sistema capitalista se atreven a mantener con crudeza sus postulados, aunque ya han perdido todos los complejos no sólo respecto a glosar las excelencias de la iniciativa privada sino también para referirse abiertamente a la libertad para contratar y despedir al personal, aunque, en este último punto todavía -por fortuna- se encuentran algunas resistencias que les impiden convertir en leyes sus deseos. No debe sorprender que los gobiernos de izquierdas lleven a cabo políticas propugnadas por la derecha como tampoco debe causar sorpresa alguna que los gobiernos de derechas sean capaces de articular una política social que pueda contentar a muchos trabajadores. Se trata, sin duda alguna. de una consecuencia lógica del progresivo oscurecimiento de las ideologías tradicionales aunque algunas referencias teóricas todavía reaparezcan en algunos tics y hasta en algunos discursos de los políticos como únicos signos diferenciadores que logren evitar la confusión total de un electorado que cada vez percibe menos matices entre las políticas de uno y otro bando.