Clientes de la inflación

LO VA a tener crudo nuestro amable presidente del Gobierno como siga subiendo el precio del crudo. El lugar más sensible de la anatomía del votante es el bolsillo: una auténtica zona erógena. Si se le rasca, se produce una erupción en todo el cuerpo, una especie de urticaria global. En el pasado mes de abril se elevó 1,4 la inflación, lo que la sitúa en un 2,7 anual. Los precios son muy desobedientes y no le hacen el menor caso a quienes les ordenan que no traspasen la raya y se estén quietos. Lo tengo dicho: cuando los precios se disparan hieren siempre a los mismos y además son muy rápidos en desenfundar. La clientela de los afectados por la inflación se recluta entre la llamada clase media. A los pobres les trae sin cuidado que aumente el costo de las cosas que jamás han podido adquirir. En cuanto a los millonarios en euros es improbable que les desvele la noticia de que los precios evolucionaron desfavorablemente en abril y se colocaron seis décimas por encima a los de marzo. La experiencia nos dice que cuando algún producto, aunque sea de segunda necesidad y por lo tanto imprescindible, se monta en una cifra es muy difícil que se apee. Se encuentra cómodo. Tan difícil por lo menos como hacer entrar de nuevo en el tubo la pasta que se ha salido del dentífrico. Los buenos empresarios, sobre todo si son americanos, recomiendan no comprar nada que coma, se mueva o se tenga que pintar, pero seguir ese consejo no es siempre posible. La mayoría de nosotros compramos todo lo que se nos dice que compremos y cuando las cosas suben buscamos culpables. Ya los hemos encontrado: los que han conseguido meritoriamente que se eleve la inflación son los carburantes y el fin de las rebajas. La injusta guerra de Irak ha encarecido el petróleo, aunque su objetivo era abaratarlo para los invasores. En cuanto al fin de las rebajas, nunca he podido entender por qué se acaban si tienen tanto éxito. Hay más gente que nunca en los grandes almacenes cuando se termina la temporada.