Diario de León

EL RINCÓN

Las cosas de los demás

Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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ESTABA tan cerca que pude oírlo. César González-Ruano, que era muy respetuoso con quien debía serlo, le preguntó a Azorín: -Maestro, ¿qué es la vejez? -La falta de curiosidad. Era ya Azorín como la momia del 98. Hierático, atónito y casi autista. Un anciano limpísimo y cortés que lo único que deseaba a esas alturas de vértigo de su vida era no seguir cumpliendo años. Muchas veces me he acordado de esa corta conversación. Si estaba en lo cierto el clásico, vivimos ahora en una sociedad juvenil. Todo el mundo desea vehementemente saber y averiguar cosas de los demás. Queremos inquirir lo que no debiera importarnos y eso está definido como vicio. Si no hubiera alcanzado tanto auge no nos afligirían algunas revistas del corazón y algunos programas televisivos donde comparece cierta chusma lenguaraz y escasamente variada. ¿Qué leche nos importa que un señor, que como es calvo no lleva peineta, nos explique que se ha disgustado con su novio, que según él no tiene idea de la gratitud? Tampoco nos es imprescindible conocer lo mal que se llevan algunas mujeres, que siempre sueltan veneno sobre sus congéneres. Casi todas pertenecen al género de serpientes putón, pero el caso es que comparecen con enorme asiduidad y es inevitable verlas. La moda del cotilleo no nos pertenece en exclusiva. En Inglaterra han dado un gran juego las revelaciones del mayordomo de la desdichada princesa Lady Diana y en Francia está resultando una auténtica mina la turbulenta biografía amorosa de Yves Montand. ¡Qué tío! Lo envidio como a Francisco de Quevedo o a Ray Sugar Robinson. (Estuvo, a la vez, con Marilyn Monroe y con Simone Signoret). Hay curiosidades de rango más noble. La de los niños, por supuesto, y la de los científicos, por descontado. Estos últimos no salen nunca en las revistas couché y en muy raras ocasiones en la tele.

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