Diario de León
León

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CUÁNTO catedrático de sentimientos reales. Y fíjese el lector que no he dicho cuánto experto, condición que le queda corta a la tropa de pedantes que nos abochornan desde todas las cadenas con su pretendida erudición en qué clase de mujer debería haber escogido el Príncipe. De la misma manera que hay quienes no son monárquicos sino juancarlistas, hay quienes no están contra dicha boda sino contra los peñafieles y demás tropa de cursis que ahora van de celosos guardianes de las esencias monárquicas, para quienes doña Letizia es poco Uno de estos personajes dice que el heredero de la Corona no está enamorado sino aletiziado. Qué ingenioso. No sé cómo de grande puede ser el ego de un rey, pero el de esta pseudo aristocracia del  periodismo es cósmico. Obviamente, no me refiero a quienes cubren con rigor esta clase de eventos, lo respalden o lo critiquen, sino a los figurones de sí mismos, a quienes aún utilizan el término plebeya y consideran que una divorciada no puede ser reina, a quienes creen saberlo todo sobre la monarquía pero nada saben de la aristocracia del espíritu. La culpa la tienen las televisiones que dan protagonismo a quienes dicen ser más monárquicos que los reyes. Tienen que distinguirse. Se casan por amor, lo han proclamado y se les nota.  Son muy respetables las opiniones críticas desde el republicanismo, casi siempre pronunciadas con respeto y coherencia, pero asquean todos esos pedantes comentaristas que se proclaman monárquicos, y parecen sacados de no sé qué prehistoria. No se debe casar con quien quiere, sino con quien debe, ha llegado a sentenciar alguno. Pero en los ojos llorosos de doña Sofía ante los familiares del 11-M hay más modernidad que en todos los peñafieles juntos.

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