TRIBUNA
Palabras «sinagogas»
EVENTO era la palabra en torno a la cual, la deliciosa columna de Trapiello, atrapillaba, hace días, la bobería de periodistas y comunicadores que han olvidado la asignatura fundamental del idioma, cuyo dominio sólo se mantiene por la lectura. Bendito seas, hijo. Pero me temo que es inútil, porque el periodista que llama evento cultural al Forum de Barcelona no tiene tiempo de leer, no ya una novela, sino la columna del compañero. Todo le da igual. Está convencido de que las palabras significan lo que a él le parece. Ha dicho el médico que mi marido tiene pasmao el pirulo... No, mujer, ha dicho que tiene espasmos de píloro... Es lo mismo, son palabras «sinagogas». Juerga, bulla y cachondeo. Todo da lo mismo. Todo son palabras sinagogas y sordera crónica: estás gordo, colega, sí, como una tapia. Sale un político, y para hablar de las declaraciones abominables y la actitud detestable de Otegui dice que son palabras y conductas deleznables: abominable y deleznable, por lo visto, le parecen palabras sinagogas. Pero deleznable significa que se deshace, se rompe o disgrega con facilidad. Mientras que detestable... La carona dura de Otegui y los andares de Sharon son, son, skon (¡Kyrie elyson!) muy buenos ejemplos de todo lo que son: seres aborrecibles, de ninguna manera deleznables. Ahora, a mí lo que me subleva es la facilidad con que la gente reclama asignaturas en los planes de enseñanza. Se produce un crimen nada deleznable y sí aborrecible en el que una mujer es la víctima pues, hala, violencia de género; vamos a poner una asignatura para educar a los niños en la idea de igualdad de género, justamente cuando género es la palabra que niega igualdad y afirma diferencias. Venga, que los profesores, los que sean, den una asignatura para prevenir la violencia de género. Búsquenme unos cuantos catedráticos de «violencia de género» y si no los hay, que den la asignatura los de filosofía, los de literatura o los de religión (¡). Señora ministra, que el de filosofía se llama Althusser que mató a su mujer, el de literatura Valle Inclán, que le sacudía unas palizas monumentales a su esposa, y el de religión... ¿Qué sabe un cura de violencia doméstica si nunca la ha practicado! ¡Toma ya! Ji, ji, y el que esté libre de violencia que tire la primera piedra. ¡Cómo le voy a decir, señora, que el profesor no se inventa sino que sale de una sociedad llena de taras! ¡Y cómo voy a decirle que los valores no se enseñan, se maman! Que jamás de los jamases una asignatura educó a nadie. Y que la propia Logse, (a la que parece que hay que volver) impide que el profesor dé de mamar a nadie. ¡Hay que educar en valores! Unidad uno: ¡valores, valores, valores! Y el profesor con la condición de catedrático/a en Valores: -Niños meteos en la cabezota que la compañera es casi igual que vosotros y es bastante digna de respeto y no se le debe pegar casi nunca, y desde luego nunca más de lo normal... ¡Jessica Vanesa, no me saque la lengua, que te meto un palo que te enciendo el pelo! Por las palabras de la ministra parece que el profesor es un extraterrestre. Está la sociedad reventando de violencia contra la mujer, en puticlubs, en los campos de plástico de Almería o en la pasarela Cibeles; está la tele que no tiene más que explosiones y violencia en las pelis españolas y americanas; prolifera la basura en los massmierda digo, massmedia; los noticiarios nos muestran, cada día, la paciencia ilimitada con que, países cultos como EE. UU. e Israel tratan a iraquíes, afganos o palestinos, y la ministra levanta su voz argentina para amenazar a los profesores con una nueva asignatura ¡venga, ya! Se está incendiando la casa y el jefe dota de vasos de agua a los bomberos. ¡Señora, encete el problema como el jamón, por donde debe encetarse! Y no me cambien las palabras ni se inventen concetos (así se decía de antiguo). Porque resulta que si un hombre, por un quítame allá esas pajas, mata a otro, generalmente más débil, hecho que ocurre desgraciadamente todos los días, es un crimen; pero si mata a una mujer ¡toma ya, violencia de género! Endurezcan los jueces las penas, controle el gobierno la basura pública de género que se vierte en las casas con la coartada de «libertad de prensa», aumente la asistencia al desvalido, ayude a la familia a tener más hijos y educarlos, con algo más que con promesas electorales, y todo lo demás son palabras «sinagogas». Y por Dios, compañeros y compañeras de Tribuna/o dejen ya la asignatura de religión en paz... ¿Pero de verdad creen que la lógica del poder cambia con opiniones y argumentos? ¿Pero, qué más se puede hacer con la religión después de convertirla en asignatura? ¿Qué se puede hacer con los curas después de convertirlos en profesores? ¡Los pobres! Antes se iba delante de ellos con la vela y ahora se va detrás de ellos con la estaca... ¿Cómo no van a escapar del armario? Entre gais y maricones están más seguros que en la escuela. Ah, señor Zapatero: antes de paralizar la Ley de Calidad de la Enseñanza, convendría cambiarle el nombre, porque dicho así, resulta muy inquietante que el poder trate de suprimir la calidad... Llámele por ejemplo: LOPCEPP, Ley Orgánica de la Pésima Calidad de la Enseñanza del PP. Y a la suya, llámela LOMIESE, Ley Orgánica de Mejoras Indiscutibles de la Enseñanza Solialista Española. Hay que cuidar mucho lo que se dice y, después de la campaña electoral, ya no se deben utilizar palabras «sinagogas».