Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EN LOS diez años últimos, que se han pasado en un vuelo, como todas las décadas, la tasa de criminalidad juvenil se ha duplicado en España. Es, sin duda, en lo que más hemos avanzado. Los niños, lo que ven. Para ser un buen delincuente conviene iniciarse cuanto antes y no perder tiempo estudiando. El último caso, el del chico de 19 años que retuvo durante siete horas a los empleados y clientes de un banco de Alcalá de Henares, empuñando dos pistolas simuladas, lo ha protagonizado un rumano. Donde fueres, haz lo que vieres. Debía de estar un poco majara. Antes de rendirse tras la intervención de un mediador, había pedido que le llevaran un televisor de grandes dimensiones para ver la final de Champions y distraerse mientras trabajaba. Después dijo que lo único que quería era dinero «para comprar algo». Deseaba ardientemente volver a Rumanía, casarse y formar un hogar cristiano. No se conformaba con el divino tesoro de su juventud y quería parte del tesoro del Banco. Es sólo un ejemplo de intercambio cultural, un infiltrado entre los jóvenes delincuentes nativos. Los tenemos de todas clases. El informe del Sindicato Unificado de Policía refleja casos de menores maltratadores, violadores y asesinos, sin contar ladrones y tironeros. Tienen un arduo trabajo los psicólogos y los sociólogos, no para curar la enfermedad, que no es esa su misión, sino para detectar su etiología. En principio dicen que habría que mejorar la educación de niños y jóvenes, pero no hablan nada de mejorar la educación de sus padres, a los que acusan de no transmitir valores a los adolescentes. No pueden hacerlo, ya que no los tienen. Se le echa la culpa a la droga y también al reciente fenómeno de las pandillas. Vaya usted a saber y si se entera debe apresurarse para comunicárselo a la policía, que no sabe por qué son tan pocos para vigilar a tantos. La calle es la jungla de asfalto con boquetes, ya que siempre hay alguna obra. En ninguna otra época se habían registrado tantos casos de precocidad, pero la situación favorece mucho la vida hogareña.

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