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FERNANDO ALLER
León

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SE HA PRODUCIDO una considerable revuelta en la tripulación socialista con la apuesta por el nuevo marco de Castilla y León. El alcalde de León, uno de los impulsores de la idea junto con el expresidente de la Diputación, Agustín Turiel, dijo que la iniciativa pretende abrir un debate interno sobre el mapa autonómico y no comprende las reacciones tan airadas que se han registrado. «Como si hubieran saltado bucaneros», ha dicho. La Asamblea de la Agrupación Local del PSOE de León aprobó por asentimiento de todos los presentes una propuesta que persigue dotar a la provincia de León de un estatus de región dentro de la actual Comunidad Autónoma. En esta nueva configuración geográfica no se descarta la inclusión de otras provincias limítrofes, en clara alusión a Salamanca y Zamora, siempre que voluntariamente así lo expresen. El pronunciamiento del PSOE se sitúa en un punto intermedio entre el objetivo de la UPL, partido que persigue la autonomía uniprovincial o del viejo Reino de León, y la situación actual, hasta ahora compartida por el PSOE y el PP. La propuesta ha suscitado un vivo debate que enfrenta no sólo a los partidos entre sí, sino a los propios militantes socialistas. De momento el asunto constituye una auténtica patata caliente para Ángel Villalba, quien sin duda saldrá malparado de este asunto. El secretario regional del PSOE y aspirante a la presidencia de la Junta en las pasadas elecciones, es miembro de la Agrupación Local Socialista de León. Con su presencia y su silencio apoyó la propuesta leonesista de su partido. Al día siguiente intentaría zafarse del problema diciendo que los periodistas no habían sabido interpretar bien las palabras del alcalde de León. Fernández, sin embargo, desmintió a su compañero de partido y ratificó lo expresado inicialmente. «León -dijo- tiene que tener un peso específico en la Comunidad, por algo se llama Castilla y León y no, por ejemplo, Castilla del Norte». La división socialista no fue desaprovechada por el secretario regional del PP, Alfonso Fernández Mañueco, quien comparó a Villalba con Harpo, el pequeño de los Hermanos Marx, porque -explicó- cuando existe un conflicto no se entera por ser sordo, y mira para otro lado tocando la lira. Esta posición del PSOE leonés no es algo nuevo. Agustín Turiel, siendo presidente de la Diputación Provincial, ya reivindicó la autonomía para León. Más recientemente, el secretario provincial del PSOE, senador y alcalde de San Andrés, Miguel Martínez, expuso en la Casa de León en Madrid la tesis reivindicativa de un mayor peso político para León dentro de la Comunidad. Pero nadie había llegado a tanto. Ahora lo que se pretende es que desaparezca la Delegación de la Junta y que la Diputación asuma ese papel, con financiación adicional y nuevas competencias. Actualmente los 27 miembros que componen la Corporación Provincial son elegidos de forma indirecta entre los concejales, de acuerdo con los votos obtenidos por los diferentes partidos en los comicios municipales. La propuesta socialista aboga por modificar la procedencia, de manera que la Corporación Provincial sea conformada con los 14 procuradores regionales, de elección directa, que tendrían un papel doble, en las Cortes de Fuensaldaña y en la Diputación, y se mantendría la representac ión municipal del resto de los diputados, hasta cubrir el cupo de los 27. Es decir, el PSOE da un salto cualitativo muy importante, porque al margen de su operatividad, evidencia tres lecturas: la ruptura con los planteamientos más integristas del resto del PSOE de Castilla y León, como sin duda se verá en el congreso regional, el aislamiento del PP como único partido parlamentario de la región satisfecho con la situación actual y, lo que resulta más llamativo, la constatación de que ha fracasado el esfiuerzo de integración autonómica impulsado por la Junta en los últimos años. Para conocer el sentimiento castellanoleonés de los ciudadanos, habría que realizar un referéndum. Caben interpretaciones y existen dudas. Lo que resulta indudable es que entre quienes representan a los ciudadanos, los políticos, una parte sustancial tienen otra forma de entender la autonomía. ¿Por qué este debate ahora?. Formalmente porque se ha iniciado el proceso interno de discusión del PSOE ante su futuro Congreso Regional. En el fondo podría pensarse que el PSOE leonés lo que busca es apropiarse definitivamente de los votos de la UPL. El mensaje de «un leonés en la Moncloa» trasvasó 27.000 votos de la UPL al PSOE. Los leonesistas perdieron dos de cada tres votos obtenidos cuatro años antes. Ahora viene el segundo asalto: si el pueblo ya ha creído que Zapatero es mejor garantía de futuro para León que la postura radical y reivindicativa de la UPL, puro pragmatismo, ¿por qué no va a creer en el posibilismo de la vía intermedia, la del regionalismo, como argamasa política?. Al fin y al cabo esta posición no difiere en el fondo, aunque sí en la forma, de la mantenida en su día por Martín Villa, quien abogaba por unas diputaciones provinciales fuertes en aquellas comunidades autónomas gestadas al amparo del Artículo 143 de la Constitución, la llamada vía lenta, con unos gobiernos regionales puramente representativos y sin otro cometido que trasvasar a los entes provinciales el dinero que reciben de Madrid. Claro que Martín Villa realizó esta apuesta cuando todavía las comunidades autónomas «no históricas», ¡menudo sarcasmo!, no tenían competencias en Sanidad o en Educación, por ejemplo. Resulta impensable en estos momentos articular una sanidad con solvencia para cada una de las provincias, y en materia de Educación tampoco se ve la conveniencia de parcelar más. El mismo Agustín Turiel reconocía el jueves en la tertulia de Radio León que comunidades autónomas uniprovinciales como La Rioja o Cantabria se encuentran al borde del colapso, incapaces de lograr y gestionar recursos con eficacia, con unas carencias importantes debido a su escasa dimensión territorial y demográfica. El PSOE, dividido abiertamente, con su secretario regional en entredicho, al menos en León, tendrá que hacer un gran esfuerzo para convencer a los ciudadanos de que su apuesta es seria y no oportunista. Estas cuestiones suelen ser armas de doble filo. Si consiguen sacar adelante un pronunciamiento serio, coherente, creíble, y con el respaldo del resto del partido, el PSOE de León puede propinar un duro varapalo a la UPL. El secretario general de los leonesistas, Joaquín Otero, ha dicho que la posición del PSOE leonés es «absurda, chorra y vacía de contenido». A nadie se le oculta, en medio de esta polémica, que algunos interpretan como simples juegos florales, que socialistas y leonesistas mantienen un pacto de gobierno en el Ayuntamiento de León y que en esto de las afrentas suele cargar las armas el diablo. En la UPL existe un recelo creciente hacía el PSOE por las razones esgrimidas, el riesgo de ser engullidos, y este debate público no favorece precisamente la tranquilidad conveniente para la continuidad del pacto. Sin duda es lo que espera el PP, que esta guerra desgaste el nivel de entendimiento entre los concejales. Cuesta creer que detrás de esta operación no esté José Luis Rodríguez Zapatero. Sobre todo, es difícil pensar que todo este tinglado se monte sin su consentimiento. Francisco Fernández nunca haría nada que pudiera ir en contra del criterio del actual presidente del Gobierno, por el grado de amistad que les une y porque a su decisión personal le debe el cargo de alcalde. Si esto es así, ¿cuál es la salida? Zapatero nunca ha iniciado una batalla política sin haber calculado perfectamente el final de la misma, fuera la victoria o la retirada. En este caso, considerando que la posición del socialismo leonés a corto y medio plazo no deja de ser un brindis al sol, ¿cuál es el fin previsto por Zapatero para este asunto? De algo cabe estar seguros: Zapatero no consentirá que el PSOE de León, su buque, se convierta en lugar de bucaneros.