CON VIENTO FRESCO
Un debate melancólico
DEBATIR asuntos que no tienen solución lleva a la melancolía. El recurrente debate sobre la autonomía leonesa es por ello un debate melancólico, que solo alimenta el victimismo y la nostalgia. El último argumento es el de considerar a la Comunidad dividida en dos regiones y justificar con ello su organización territorial en dos comunidades distintas, posición de la UPL; o en una Comunidad y una región política, última y extravagante reivindicación del PSOE. La Comunidad de Castilla y León es geográficamente poco compleja: una vasta meseta, la cuenca del Duero, y unos bordes montañosos; no sé si se puede hablar de dos o de más regiones pero evidentemente éstas no son Castilla por un lado y León por otro. Sí se podría hablar de dos reinos históricos, los de Castilla y León, ambos más amplios que la actual comunidad, aunque en todo caso unidos durante siglos en un solo Estado. Considerar a León -¿qué León, la provincia de León o León, Zamora y Salamanca?- una región es la reivindación de la UPL, porque si así fuera, su autonomía podría justificarla el artículo 2° de la Constitución. Aún así, hay comunidades que están formadas por regiones geográficas diferentes y por reinos e historias bastante más complejas que la de Castilla y León, y sin embargo, han logrado un sentimiento profundo de comunidad. El ejemplo es Andalucía, territorio integrado por dos regiones diferentes, que vivieron historias separadas durante varios siglos, e incluso una de ellas, conformando el reino Nazarí de Granada, de lengua árabe y religión musulmana, hasta finales del siglo XV. Nada de esto hay en Castilla y León; pero la melancolía de los nacionalistas de la UPL les lleva a reivindicar una autonomía uniprovincial con el argumento del victimismo. ¿Qué nostalgia le ha dado ahora al PSOE para lanzar al ruedo una propuesta tan descabellada como la que proponen A. Turiel y F. Fernández?. Aquél incluso dice que la ha pensado mucho, que lleva años dándole vueltas al coco; así debe ser pero ha parido un ratón. En el PSOE hay personas sensatas que saben bien que es mejor no abrir este debate. Se equivocó Alejo en su toma de posesión pero Laborda, Nalda o Madrid han salido al paso con contundencia. No ocurre lo mismo con Villalba que con sus indecisiones e incongruencias está poniendo al partido al borde de la esquizofrenia. Puede que todo sea puro electoralismo, pero muestra el cacao que tiene la dirección socialista respecto a la organización territorial. Primero cuestionaron las provincias y diputaciones hablando de una división comarcal, y ahora proponen una región leonesa con autonomía política dentro de la Autonomía de Castilla y León; es decir, de una Diputación Regional, a la que aquella delegaría competencias y funciones, exigiendo que se eliminen la Delegación Territoril de la Junta en León. Por la misma razón, la Junta debería decir otro tanto del delegado del gobierno y de los subdelegados provinciales. ¿En qué artículo de la Constitución o del Estatuto basan esta pretensión de crear una diputación regional? ¿Podrían las otras provincias de la comunidad gozar de una institución semejante?. Vuelvo a lo escrito no hace mucho: ya hay demasiados entes como para aumentarlos todavía más; ya hay demasiados políticos profesionales, muchos zánganos a los que alimentar. No es necesario ninguna reforma de este tipo para lograr que las provincias y sus órganos de gobierno -las diputaciones- alcancen una mayor descentralización y competencias. Creo que esto es muy necesario, que las provincias tengan más competencias; pero aún lo es mucho más la reforma de la que los políticos no quieren ni hablar: la reorganización del mapa municipal. Esta es la única reforma de verdad: eliminar el ochenta por ciento de los municipios y su agrupamiento en el veinte por ciento restante. Esto sí que tendría trascendencia sobre la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Todo lo demás es melancolía y perder el tiempo.